’90
NOT DEAD
Por Eva Stilman
evastilman@elpancholacoca.com.ar
El burgués perezoso se pasea.
Pasea en todos los medios privados. Se construye como sujeto mediático. Lo
construyen. Como en un juego de espejos, la imagen se repite en un zapping sin
sentido. Un producto del efecto rebote de la televisión que se reproduce a sí
misma. Muestra un reloj con brillantes. Dice que gasta como mínimo 7000 u 8000
pesos en una noche. Muestra un auto lujoso. Sigue mostrando objetos. Cosas,
cosas y más cosas. Es un perfecto caso de forma, cuyo contenido parece ser sólo
frivolidad. Supone que dinero es respeto, porque dinero es poder. Sin ningún
reparo, sale a ostentar aquello que posee sin haber largado una gota de sudor
para obtenerlo. Como todo buen gran burgués, lo que tiene no es el producto de
su trabajo.
Entonces llega el día: un grupo de trabajadores lo escracha. Exigen
condiciones laborales dignas, que se regularice la situación de la mitad de los
trabajadores que están contratados o subcontratados, que se reincorpore a las
trabajadoras embarazadas despedidas. ¡Quién diría que la ostentación televisada
de un burgués hedonista contribuiría a que los obreros de la fábrica
chocolatera tomen conciencia de la riqueza que produce su esfuerzo diario
llevando a cabo medidas de protesta! Cosas de este siglo, supongo ¡Pobres
grandes burgueses, varios hijos le andan saliendo bastante bobos! Debería
agregarse, igualmente peligrosos.
Los reclamos de los trabajadores son
marginados del escenario mediático: lo importante es que el burgués salió
herido (con un raspón en la nuca) e hizo luego su show de nombre redundante en
el teatro. Salen voces en su respaldo: “Ricardo no agrede a nadie, simplemente
disfruta de su plata, ¿cuál es el problema?”. Después siguió el show en la tv.
Ricardo dice: “no son mis empleados” los que hicieron el escrache, fueron
“agitadores”. Ricardo dice que él no maneja la empresa. No maneja la empresa,
pero son sus empleados. Curioso, ¿no?
No se hace cargo, pero ostenta la riqueza que obtuvo de esa fábrica. Ricardo
dice que en países como EEUU, estas cosas no pasan porque la policía
interviene, en países “que tienen más de dos dedos de frente”. Dice que votó a
Carlos Saúl y que el mundo le tiene envidia.
Ricardo en tanto persona no es lo que nos
interesa aquí. Nos interesa más bien en tanto personificación social, como
condensación de determinadas relaciones sociales. RF es la imagen consecuente
de aquella conciencia en la que “ser es tener”. RF posee objetos, es en tanto
los posee. Los sujetos son objetos para RF. Así, pretende comprar un objeto a
título de novia, sujeta a cambios de decoración: tetas nuevas, tintura de pelo,
colágeno, dientes nuevos, lo que sea necesario para que el poseedor se
considere satisfecho. El cuerpo debe estar a disposición de los caprichos de su
comprador, seguramente porque el cliente tiene siempre la razón, ¿no?
RF tiene desde luego un contenido ideológico. La frivolidad es parte de
una cultura ideológica. Es parte de una violencia simbólica que, como todas,
está en correspondencia con una violencia material. La gracia fanfarrona de la
ostentación está en que la gran mayoría no tiene (ni va a tener) eso que el
ostentador posee y muestra con vanidad. De manera tal que el problema de RF no
es sólo la forma, sino su propio contenido: la polarización social. No hay RF
si no hay trabajadores explotados o superexplotados. Lo que nos recuerda y
prueba que jamás habrá “derrame” sino unos pocos RF.
RF es un referente de la cultura consumista. Es imagen de los restos de
aquel banquete. Fiesta en la que pocos se reían de muchos. Banquete televisado
y graficado en revistas. Banquete que se miraba, pero no se tocaba. Un banquete
decadente, cierto. Tan cierto como es apresurado adjudicarles un certificado de
defunción a sus históricos comensales. Sería cómodo decir que son el pasado.
Sería ingenuo. Sería peligroso. No son los fantasmas del pasado que atormentan
el cerebro de los vivos. No. Son vivos, que gritan a nuestros ojos que están
acá, y que todavía forman parte de nosotros. Por momentos da cierta gracia su
decadencia, la fragilidad de sus palabras. Por momentos da escalofríos cómo
entretienen seduciendo ojos con luces y brillantes. RF nos tiene entre el ayer
cercano y el pronto mañana. RF nos recuerda que el opresor no está sólo afuera.
Nos invita a mirar hacia nuestro interior y a buscar, honestamente, cuánto del
opresor tenemos dentro.
No podemos esperar mucho de los que
entretienen (llenando sus bolsillos y nuestras cabezas). Seremos los
entretenidos los que algún día de éstos nos entretengamos pensado a aquello que
nos tiene tan entretenidos. Ahí serán los entretenedores los que tendrán muchas
cosas que explicar, porque las cuentas a rendir no serán tan sólo numéricas.