Al calor de Los de Fuego
“Para Ale y la familia Carrizo con afecto”
Los hechos a continuación mencionados son
reales, aunque para los que no crecieron en un barrio del conurbano y no se
conmueven con un tema de Creedence, serán difíciles de creer.
Era un mito en el barrio, de esos que
abundan, como el que ganó el prode e hizo cerrar con todos los gastos pagos
para los amigos por varias noches un burdel barato de Avellaneda, para al fin gastarse todo en un par de meses. O aquel
otro, que una vez se peleó mano a mano en medio de un campeonato con un equipo
de “Papi fútbol” entero, hasta que el público asistente decretó empate. O esa
leyenda vagabunda que cuenta de un pibe que era comparado con Diego, pero lo
echaron antes de debutar en primera por llegar siempre borracho y robarse las
pilchas del vestuario completo.
Mientras jugábamos esos picados en la esquina
a doce goles, que solo se interrumpían cuando algún bondi nos pisaba el
ladrillo que oficiaba de palo del arco, sonaba de fondo algún tema de Chuck Berry que salía del
garage de Miguel Vázquez, más conocido como Lito. Siempre se corrió el chisme
que había sido uno de los fundadores de “Sandro y los de fuego” y lo comprobamos la noche que
lo vimos en el living del programa de Susana recordando esos tiempos con la Diva. Ahí sí, nos
despejó todas las dudas y fue
sorprendente, teníamos como vecino a un pionero del rock en Argentina.
Ya en ese momento, hacía un tiempo que lo que empezó como
diversión había tomado otro color. Se hablaba, por lo bajo, de una reunión;
pero no se dio, ya el líder había gastado la pólvora en muchos escenarios y no
tenía la fuerza física para despertar al mito del rock.
Tuve la estrella de asistir al primer show del regreso que
dieron en el club “La
Polinesia” de Alsina, donde habían debutado junto con Roberto
Sánchez en los sesenta. Sonaron inoxidados por el tiempo, lástima que no estaba
el legendario cantante con sus movimientos endiablados, sino hubiera sido
histórico. Como cuando Sumo tocó en “Kiel” un boliche de mala muerte de Lanús,
en el que entraban doscientos tipos como mucho. Sin embargo, hoy son miles los
que presenciaron esa velada, cosas de mandinga tal vez...
Miguel, Lito era un tipo de barrio, de esos que hoy por
desgracia no abundan, pasaba con el eterno Falcon gris desde donde siempre una mano se agitaba para saludarnos.
Otras veces se le veía ir a comprar dos
atados de rubios, siempre con su sonrisa
y su saludo. Fue uno de los pocos que no
le inició demanda o mangueó a Sandro, por eso siguieron amigos. Se juntaban a
cenar y cuando tocaba el Sr. de América, lo invitaba y lo hacia levantarse para
recibir el aplauso del público.
Cuentan los que lo vieron en los últimos tiempos que ese
otario humo, lo obligó a pasar sus terminales días como su amigo popular pegado
a un tubo de oxígeno, y que este viejo zorro se escondía en el patio y entre
bocanada de oxígeno le mandaba unas pitadas de Jockey Club. ¡Si eso no es rock,
pregúntenle a Pomelo!
No salió publicado en ningún medio, solo una página en Taringa
por un familiar lejano. Las noticias de espectáculos de hoy relatan que algún
pelotudo de Gran Hermano se la come o que hay un video nuevo de una vedetonga de turno tirando la goma,
pero para los ídolos populares, esos que crecieron al ritmo de los barrios e
hicieron una carrera humilde pero sincera estos medios no guardan lugar o
apenas unas pocas líneas. Hoy las estrellas nos las imponen por eso son cada
vez mas efímeras y fugaces.
Yo me mudé de mi casa natal, pero siempre estoy volviendo
al barrio (como el Gordo Troilo) no por nostálgico, sino por que el arrabal uno
lo lleva adentro. Por más que cambie la casa de mis viejos por las luces del
centro, siempre espero que se corte la calle con alguna chata vaquetada, se
arme el bailongo y salir a fumarme un
pucho para chamuyar con algún vecino. No dejo de añorar las sillas dadas
vueltas con una ronda de mate y algún jilguero enjaulado en un árbol. Ahora la
gente no hace eso. Pero acá, en el Sur, todavía se ve a cuenta gotas pero
resiste. También conozco a un guapo de Mataderos que me dice que allá todavía
pasa, la capital no es toda PRO; por suerte hay mucha gente, todavía, que
enseña los dientes a los espejitos de colores del SOHO.
Espero que esto no sea por la locura de la inseguridad o
porque me quedé prisionero en el tiempo.
Déjeme decirle una cosa, hoy la gente utiliza otros medios para comunicarse,
facebook y Chat; no es por malicioso que desconfíe de la tecnología, pero para
ciertas cosas prefiero el cara a cara, el mate de por medio o compartir una
bebida que nos afloje las caretas. Y para mí, los artistas que perduran empiezan tocando para diez o veinte personas,
o hacen teatro en las salas de los barrios. Entonces cuando se da el ascenso,
es por el talento, por esfuerzo, y no por imposición de un monopolio que
necesita vendernos un prototipo de imagen.
Me di una vuelta el sábado por el barrio y faltaba algo… No
había picado en la esquina. Tampoco se escuchaba una de Elvis del garaje de
Lito. Entonces le dije a Juancito: “Será que estos muchachos se juntaron con el
Gitano para armar despiole allá arriba”. Sin embargo, todo estos siguen siendo
patrañas del Barrio no más…
Los de Fuego: Formado por Enrique Irigoytía, Lito Vázquez, Héctor
Centurión, Armando Lujan, y Roberto Sánchez, Sandro. En este grupo,
Roberto no era el cantante, sino la guitarra líder, porque según el, era el que
menos mal tocaba la guitarra.