Jauretche
o de cómo pensar en nacional la
educación
Por Carla
Wainsztok
1: La escuela producto de la colonización pedagógica
La escuela primaria era
“producto de la ‘intelligentzia’ y estaba destinada a producir ‘intelligentzia’
porque reproducía el esquema sarmientino de Civilización y Barbarie”
(Jauretche: 1992; 170)
Jauretche puede distinguir
entre dicho proyecto de formación de los docentes y la situación de algunos
maestros. “Con emoción evoco a mis maestros de primeras letras- como no hacerlo
si mi madre también fue maestra- ahora que
comprendo la distorsión que ellas también sufrían entre el mundo como es
y el mundo según se lo exigían los programas y las directivas (…) Ellos también
tenían que desdoblar su personalidad a
riesgo de contradecir inspecciones y programas, y elaborar el suyo de
contrabando, para salvar a base de
personalidad, la distorsión del hecho y la teoría” (Jauretche: 1992; 170)
Muchos años después, Althusser
afirma. “Pido perdón por esto a los maestros que, en condiciones espantosas,
intentan volver contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas
de que son prisioneros, las pocas armas que pueden hallar en la historia y el
saber que ellos ‘enseñan’. Son una especie de héroes” (Althusser: 1988, 38)
Sin conocerlo, el diagnóstico
de Jauretche se asemeja al análisis de Simmel: “Hay algo en la escuela primaria
(…) una enseñanza en que la esencia, el ser, fue y es subordinado a las formas,
al cómo ser” (Jauretche: 1992; 174) afirma el pedagogo alemán “En lugar del idioma
vivo, aprendemos las palabras aisladas y sus formas gramaticales y sintácticas,
esto es, articulación postrera; en vez del desarrollo realmente histórico, las
fechas externas, en lugar de la vida religiosa, los dogmas. En vez de ser
guiados en el camino de la vida, se nos ubica frente a una colección de sus
mojones y se nos hace aprender de memoria sus señalizaciones (…) La relación
del material de enseñanza y formación del hombre, que ha de ser producida por
la pedagogía, deber presentada como la relación entre espíritu objetivo y vida”
(Simmel: 2008, 30)
2: Vida y formación
Sin embargo, estas ideas sobre
formación y vida van a ser recuperadas por Jauretche de la obra de Saúl
Taborda, el maestro cordobés tiene el
impulso vital de los que forman a otros y a sí mismos. “A diferencia del artista, el educador no objetiva valores,
hace subjetivos valores que son objetivos. Y esto es así porque el educador se
mueve siempre en las dimensiones del alma. En cada uno de sus momentos, la
tarea formativa se concreta en este alma, ahora y aquí. Los recursos de que se
vale son diversos y pasajeros, no cuajan nunca en formas estables y firmes. Las
palabras, los gestos, todos los medios que emplea el educador están en función
de un fin radicado en la formación anímica, cuyo fin puede cumplirse sin ellos.
La ubicación del hacer educativo en las dimensiones del alma y en su íntimo
contacto con la vida nos señala una situación que necesitamos comprender.
(Taborda :1993, 86)
Formado es entonces, “aquel
cuyo saber objetivo se ha disuelto en la vivacidad de su desarrollo y
existencia subjetivos y cuya energía espiritual, por otro lado, está llena con
un volumen, lo más amplio posible y siempre creciente, de contenidos en sí plenos de valor” (Simmel: 2008, 52)
Formación y vida debían ser
inscriptos para Simmel en los tiempos de la Primer Guerra
Mundial, recordemos que la
Universidad se había convertido en un hospital de campaña;
mientras que para Taborda formación y
vida tienen como telón de fondo a la pedagogía de la generación del 80 y los
límites de la Reforma Universitaria.