Editorial Número 5

PRESENTES


  Salimos de nuevo. Marzo, mes en que se retoman diversas actividades. Estudios, talleres, trabajo, etc. Marzo es también un mes de la memoria y de la movilización.
  El 24 de marzo de 1976, se hizo gobierno la dictadura más sanguinaria de la Argentina y una de las más cruentas de la región. No estaba sola la dictadura argentina: las botas gobernaron (directa o indirectamente) en gran parte de América Latina. No andaban solos los militares: los acompañaban sectores de la sociedad civil: empresarios, cúpulas eclesiásticas, medios de comunicación. Es preciso remarcarlo y no olvidarlo: no estuvieron solos. No lo pensaron solos. No lo ejecutaron solos.
  Latinoamérica se tiñó de sangre, se desgarró su industria y se empezó el proyecto de las panzas vacías. Se sentaron las bases del neoliberalismo más crudo que vino después. Las tareas fundamentales fueron cumplidas: creación de un mercado financiero especulativo, endeudamiento, concentración de capitales, vulneración de derechos humanos, disciplinamiento social, cultura individualista del miedo, censura artística, educativa, política y cultural.
  Nos metieron miedo. Mucho miedo. Terror. Hicieron que aquella sociedad, esa que tenía proyectos colectivos con aspiraciones a grandes transformaciones sociales, se replegara en el refugio privado. Se enseñó la cultura de la derrota. Del no te metas. Del por algo será. Del concentrate en lo tuyo, que el resto chupa un huevo. Que lo mejor viene de afuera. Desaparecieron cuerpos y pretendieron desterrar sus ideas.
  Insistimos: no estuvieron solos. No lo pensaron solos. No lo ejecutaron solos. Hoy se empieza a abrir el debate sobre la participación civil durante la última dictadura, especialmente la relación entre empresarios de la comunicación y las cúpulas militares. Recién empieza a revisarse el enorme tejido de complicidades entre empresarios y militares. Es preciso profundizar en este sentido, llegar a juzgar y castigar a todos aquellos que han colaborado con los crímenes de lesa humanidad, a los que han participado activamente en su ocultamiento  y los que concientemente se beneficiaron con dichos crímenes.
  Algunos dicen estar cansados de hablar de los setenta. Desde esta joven publicación creemos que la cosa recién empieza. Todavía nos falta mucho por conocer, debatir y entender. 30 mil razones tenemos. Conocer qué pensaron y porqué lucharon, es también una deuda con nuestra memoria. Ponernos seriamente a hacer el ejercicio de revisar los proyectos colectivos de los setenta sin las lentes de la teoría de los dos demonios o la tesis del voluntarismo ingenuo. Es una pequeña forma de traerlos a nuestros presentes. Por todos ellos y ellas. Por nosotros.