ROMPIENDO CADENAS,
SACÁNDOSE MORDAZAS
Por Gastón Florio
gastonflorio@elpancholacoca.com.ar
A más de un año de la aprobación legislativa de la Ley de Servicios Audiovisuales,
la epopeya de desenmascarar qué se esconde detrás de los grandes formadores de
noticias, ha trascendido expectativas de todas índoles. Quizás, la gran batalla
cultural que significó correr ese manto de impunidad cual supieron crear los
grandes monopolios comunicativos para operar políticamente en nombre del
“periodismo”, hoy está en la conciencia popular, y aquella tradicional frase
“salió en el diario” no es elegida, ni para justificar un chimento cholulo.
Es cierto que durante este tiempo la dilatación
de la implementación de la Ley
todavía es una pelea reñida. Los emporios comunicacionales hacen uso de su
lobby de forma agresiva para intentar parar la democratización de la palabra,
tocando a sus jueces amigos y dirigiendo al poder político servil de las
corporaciones. Pero, como se veía durante el proceso de la Ley, aquella experiencia fue
más allá de un cambio de reglamentación del sistema televisivo y radial, y para
suerte de los años que vendrán, allí no llega la mano de Magneto & Cia. La
palabra santa de Clarín se demolió, un
gobierno se mantuvo en el poder sin las tapas de los grandes diarios argentinos
y ya todos saben que sus editoriales de objetividad no tienen ni sus puntos, ni
sus comas.
Para cualquier ciudadano común querer estar
informado es una verdadera travesía hace ya varios años. Después del pacto
secreto de la dictadura de Videla con los grandes medios, la información y las
noticias quedaron rehenes del genocidio mediático. Pacto silencioso que
consistió en encubrir desde sus páginas el Terror de Estado para así aumentar
su grupo económico y acrecentar su lobby político. La apropiación de Papel Prensa
les sirvió también para aniquilar competencia, y luego con la política
farandulera del ´90, los debates pasaron a ser notas chimentosas en estos
diarios. De este modo, sin darnos cuenta, la información quedó presa de las
digitaciones y movimientos bancarios de Magneto y Mitre. Como cuenta Pablo
Llonto, el crecimiento de Clarín en
las décadas pasadas no se debió al éxito profesional, sino a la seguidilla de
apropiaciones cometidas y su toque de gracia, fortuna de su impunidad ante las
leyes: Papel Prensa, los hijos apropiados, la plata de los jubilados, etc. Sin
embargo, tantos delitos un día se visibilizaron popularmente y empezamos a leer
sus tapas como lo que en verdad fueron siempre: operaciones políticas.
Los datos de la caída de las ventas de Clarín y La Nación
quizás no son tan contundentes como el cuestionamiento a su veracidad
periodística, por esto, estos dos monstruos no han salido tan ilesos aunque la Ley de Medios de la democracia
aún no esté vigente. Aproximadamente los números tiran que las ventas de estos
dos matutinos cayeron un 3% desde que empezó el debate de la Ley de Medios, aunque lo que
en verdad perdieron mucho fue su “palabra santa” hasta en las ventas que
conservan. Con esto, un momento de desesperación por perder todo lo robado. Sus
operaciones ya se olfatean horas antes, sus notas están viciadas de antikirchnerismo
barato y mediocre, que hasta a los mayores gorilas les resultan ridículas y su
peor pérdida, sin dudas es que a lo largo de estos años todos sus monigotes no
pudieron construir ninguna fuerza capaz de disputarle la primera magistratura
en octubre a Cristina Fernández.
Para no caer en la disyuntiva que ellos
intencionadamente plantean (oficialismo – monopolio mediático), cabe decir que
este conflicto político no arrojará un victorioso, sino que mientras avance la
desconcentración mediática y nuevos medios puedan ocupar los mismos lugares que
todos, lo que se logrará es recuperar el derecho a la información, aquel
derecho universal hoy negado por los poderosos medios. Al igual que en el plano
económico, cuando un esquema se invita a desmonopolizarse, ese producto termina
de ser rehén, en este caso la noticia. Ya no quedará cautiva de los monopolios,
pensada como simple mercancía y libre a la suerte del mercado, sino que volverá
a pensarse desde la honestidad intelectual y como herramienta para la
construcción de una sociedad más justa. Por esto los ganadores seremos todos.
Con todo esto, hay dos factores relevantes para
analizar grosso modo la libre prensa nacional. Una, los nuevos medios que
fueron amaneciendo y han logrado oxigenar el quehacer comunicativo del país.
Recuperando la investigación periodística y volviendo a poner sobre el paño
temas elementales que hacen a comprender qué se juega día a día en la Argentina. El otro,
que atraviesa a todos los mundillos locales, es la participación juvenil.
Nuevos vientos rompen esa resignación reina del neoliberalismo, por eso hoy la
esperanza de recuperar todo lo arrebatado tiempo atrás, no resulta una utopía,
y así miles y miles se animan a cuestionar el poder reinante e inventar nuevas
experiencias creativas, porque sino, como decía Simón Bolívar, corremos el
peligro de errar.
Dentro de este panorama, entra a la cancha el cómo
va a lograrse desplazar toda la desconfianza que despertaron los formadores de
noticias del país. En otras palabras, si dicho surco se rellenará con más de lo
mismo o se volverá hacer honor a la comunicación como vía de transformación.
Infinidades de cosas demuestran que es posible. Radios comunitarias,
publicaciones a pulmón y nuevas formas de comunicación que inundan la red
virtual, hace tiempo se están multiplicando y generan expectativas de que una
etapa nueva puede ganarle a la mediatización mercantilista. Por esto, los dos
primeros pasos serán garantizar la aplicación de la Ley de Medios y seguir
apostando a crear y fortificar nuevos medios, sin caer en la manipulación de la
noticia a la que nos han sometido estos monopolios durante décadas.