Libia y la ferocidad imperialista
Por Lido Iacomini
El mundo asiste atónito e indignado a un nuevo capítulo de la
agresión militar que ha caracterizado al imperio norteamericano, esta vez con
la complicidad explícita de una parte de Europa e implícita del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, ya que ni China ni Rusia ejercieron su
derecho a veto para impedir la masacre. Se abstuvieron, lo que pareciera que
les da derecho ahora, ya producido el bombardeo masivo sobre Libia, a vociferar
sobre los “excesos” en que incurren los tres grandes agresores, Gran Bretaña,
Francia y obviamente EEUU.
Debo reconocer mi error de apreciación: no creí que la ONU habilitara el ataque y en
consecuencia que la OTAN
fuera el instrumento de la agresión, lo que implicaba que si había intervención
militar, esta recaería sobre EEUU y Gran Bretaña, sin paraguas de Europa ni las
Naciones Unidas. No es una cuestión menor. Si bien EEUU no logró que la OTAN hasta el momento se
comprometa, por la oposición de Alemania e incluso pareciera que de Italia, sí
consiguió un fuerte compromiso de Sarkozy y sobre todo la luz verde de la ONU.
¿ Significa una recomposición de la posición hegemónica
norteamericana? No creo. Creo que siguen vigente las condiciones generales que
determinan el declive del dominio global norteamericano. La crisis económica
sigue su curso y el desarrollo de la crisis política, aún con vaivenes, muestra
la debilidad, incluso en Medio Oriente y el Norte de Africa, del dominio
imperial sobre los pueblos, y por eso los levantamientos prosiguen, desde Yemen
a Marruecos y los procesos de cambio se consolidan, como sucede en Egipto.
Pero la agresión a Libia se produjo. Esta apunta contra Kadafy, ya
que este dictador no tiene retorno, pero también a asegurar que los cambios en
Libia estén controlados y contenidos por aliados confiables de los
norteamericanos. En cambio parece que Berlusconi sólo confía en su socio Gadafy
y sabe que si EEUU y Gran Bretaña destronan a Muamar asumirán para ellos el
control económico y los destinos petroleros de Libia. En ese aspecto la guerra
civil en Libia tiene una faceta de lucha interimperial, con Italia y Alemania
apostando a Gadafy y EEUU, Gran Bretaña y Francia apuntalando a sectores de la
oposición. Pero llama la atención que la demora en producir los bombardeos haya
llegado al punto de desgastar también a la insurgencia Libia, bajo el fuego
intenso de los leales a Gadafy. Huele a maniobras maquiavélicas y conocidas,
que le permitirían al imperio condicionar a los rebeldes.
Otro aspecto a
tener en cuenta al observar la tibieza real de chinos y rusos (mas allá del palabrerío y los encendidos discursos) es
que el desbalanceo completo del Medio Oriente y el norte de Africa afecta los
planes de salida de la crisis y los interEses globales de las grandes potencias
y sobre todo genera una incertidumbre sobre los alcances de la rebelión
popular. El predominio de Israel en la zona y la normalidad de los flujos
petroleros están en cuestión. ¿Es soportable para el mundo en crisis?
Pero otra contradicción subyace debajo de los intereses de las
grandes potencias y es la que enfrenta a los pueblos que no están dispuestos a
soportar dictadores y buscan una democracia que habilite su protagonismo y que
sufren no sólo, ni principalmente, miseria sino la intolerable injusticia de una desopilante
desigualdad. Jeques y no jeques son los blancos de quienes luchan por su
dignidad.
Rescato una apreciación de un escrito anterior: “La hegemonía es
siempre un mix de coerción y consenso. Desplazar en las circunstancias de un
conflicto generalizado el eje hacia la coerción absoluta es una aventura camino
a la derrota.” Creo que las
consecuencias de la agresión norteamericana caerán sobre su cabeza. Pero como
esto no es producto de la espontaneidad del movimiento, es imprescindible
trabajar para que sea así. El repudio a la agresión debe ser sin cortapisas y
la exigencia de respetar los principios de no intervención en los asuntos
internos de otras naciones no es negociable. Como sucede con todas las
cuestiones de principio. Y esto en todos los rincones del mundo, porque
defender los derechos del pueblo libio a resolver entre ellos sus propios
asuntos es como defender los derechos de los pueblos latinoamericanos a
resolver entre nosotros nuestros propios asuntos, sin intromisiones de las
grandes potencias.