120
AÑOS DE NUESTRA AMÉRICA
No sabemos bien si su
escritura
es su vida puesta en
renglones
o si su vida es el rebosamiento
de su escritura
(Gabriela Mistral)
Por Carla Wainsztok
En 1891, hace 120 años se publicaba el
manifiesto Nuestra América. De todos los análisis plausibles vamos a centrarnos
en los siguientes ejes: el lugar de las ideas, el conocimiento, la universidad
y la razón; la falsa dicotomía civilización-barbarie, el odio, las razas y el
sujeto: los oprimidos y, el hombre nuevo.
En relación a las ideas, Martí sostiene
“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Martí, 2005:8) y
continúa “una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo para, como la
bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que
no se conocen han de darse prisa para conocerse como quienes van a pelear
juntos” (Martí, 2005:8)
Las ideas, son herramientas, son armas,
pero no como meras abstracciones o como salidas de una oscura caverna, las
ideas son para conocerse y reconocerse. ¿Quiénes han de conocerse? los pueblos.
“Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada
de flor (…) es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en
cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes” (Martí, 2005:8)
El desconocimiento de nosotros mismos es
mentalidad aldeana “El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando
que negaba el derecho del hombre al ejercicio de la razón, entró desatiendo o
desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno
que tenía por base la razón, la razón de todos en las cosas de todos, y no la
razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la
independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu” (Martí,
2005:11)
El problema de la Independencia es
entender que “la revolución triunfó con el alma de la tierra (…) con el alma de
la tierra había que gobernar y no contra ella ni sin ella” (Martí, 2005:11)
Somos el libro importado y el alma de la
tierra, somos el libro importado y las botas de potro, somos alpargatas y
libros. “Si la República
no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la República” (Martí,
2005:12)
Estamos frente a una definición ampliada
de razón y república. La razón y la república somos todos y todas, “nuestra
América mestiza” (Martí, 2005:13)
En Nuestra América mestiza, “conocer es
resolver” (Martí, 2005:10), “pensar es servir” (Martí, 2005:14) y el leer es
para aplicar “no para copiar” (Martí, 2005:14)
Afirma Martí que “las levitas son
todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes
de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la
levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que
la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación” (Martí,
2005:12)
Para conocer, pensar, crear es necesario
que las instituciones educativas estén como diría Martí acorde a los tiempos,
“Al mundo nuevo corresponde una universidad nueva”. (Martí; 2001:281) por lo
tanto nos pregunta el Apóstol de América“¿Cómo han de salir de las
Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe
lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos
peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo,
con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no
conocen (…) El premio no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor
estudio de los factores del país en que se vive (…) La universidad europea debe
ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas hasta
acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de
Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria
(…) Injértese en nuestras Repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser de
nuestras Repúblicas” (Martí, 2005:12)
Creemos que la obra de una universidad
latinoamericana, es una tarea pendiente.
Para Salvador Allende, las escuelas
fronterizas y la universidad latinoamericana permitirían construir el Estatuto
del hombre latinoamericano. Un estatuto descolonizador donde no podrían
ingresar las falsas dicotomías.
“No hay batalla entre civilización y
barbarie, sino entre falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es
bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de
su sumisión para dañarle, o le ofende
prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural,
dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la
susceptibilidad o le perjudica el interés” (Martí, 2005:10)
Sobre el desdén del hombre natural “han
subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron
traición” (Martí, 2005:10)
Contra este menosprecio es necesario “un
conocimiento situado, que demanda una atención continua a la identidad, la
conducta y al involucramiento en la vida pública (…) Nuestra América conlleva
así un fuerte componente epistemológico. En vez de importar ideas extranjeras,
uno debe buscar las realidades específicas del continente desde una perspectiva
latinoamericana” (De Sousa Santos; 2009: 229)
Es en este sentido que “ni el libro
europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó
el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la
resistencia del libro contra la lanza, la razón contra el cirial, de la ciudad
contra el campo (…) se empieza, como sin saberlo a probar el amor” (Martí,
2005:12)
Fue en un espacio denominado
paradójicamente Indoamericano donde se vivió hace menos de un año una historia
de odio y desprecio por la vida de nuestros compatriotas. ¿Es necesario
recordar quien en nuestro territorio propició el conflicto de razas en América?
En Nuestra América mestiza, “Peca contra
la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas” (Martí,
2005:14)
Frente el odio y al exterminio,
enfrentados a los “los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran
y recalientan las razas de librería” (Martí, 2005:12) de la vereda de la vida,
del respeto, la diversidad y “En pie, con los ojos alegres de los trabajadores
se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos” (Martí,
2005:13)
Los hombres nuevos americanos que no son
otros que los trabajadores, los campesinos, los indios que conforman nuestra
América mestiza son “los oprimidos” (Martí, 2005:11) con los cuales “había que
hacer causa común” (Martí, 2005:11)
Hoy a 120 años del manifiesto Nuestra
América, los pueblos latinoamericanos, los oprimidos y las oprimidas comenzamos
a conocernos, a reconocernos y a construir nuestros relatos. Martí asistiría
alegre a estos tiempos y nos convidaría con la siguiente pregunta ¿Cómo se
puede amar lo que se desconoce?
Bibliografía
De Sousa Santos, Boaventura Una epistemología del SUR. Buenos Aires.
Clacso