DE RABIAS Y PERROS
Falcón nació en un palacio, sonriéndole la fortuna,
meciéndose en blanca cuna, de pequeño Napoleón.
Este reconoció patrias y divisiones de la tierra,
fue profesor de la guerra, coronel de la Nación.
(Payada popular.
Anónima)
pabloperez@elpancholacoca.com.ar
Mariano es rojo, buen amigo, compañero y ante todo
militante. Es un militante de esos que no dan puntada sin hilo. Además es
laburante de la educación, de la historia y las historias. Y como dije antes es
militante; hasta en el dolor. Mariano me contó
que su perro Batuque había fallecido. Pero no lo lloraba ya que lo había
enviado en misión secreta, me confesó. Envuelto en su sábana le dio sepultura
en el parque que queda frente a la escuela de cadetes de la policía federal.
-Para que lo mee todas las noches - me dijo-. Para
que se levante y lo mee al hijo de puta de Falcón.
Mientras lo decía lloraba, pero de risa.
…..
Es mayo, mes obrero, tiempo de memoria y resistencia.
Mayo es obrero, trabajador, proletario o descamisado, como más le guste a quien
lea éstas líneas. Usted elige. Y al Coronel Ramón Falcón le repugnaba este mes.
El Coronel Falcón fue hijo de su época y parte
funcional de una idea, de un proyecto de Nación legitimado desde el centro
mismo del poder. La elite gobernante de la Argentina del primer centenario necesitaba de
hijos como él para consolidarse ante un escenario que ganaba en adversidad y
violencia.
Desde Buenos Aires la oligarquía gobernante había
depositado su sueño europeizante en una política demográfica sin precedentes:
despoblar para poblar. Quitar de esta tierra el germen mestizo y nativo para
sembrar en la misma la semilla del continente antiguo, civilizado y moderno. De
la Campaña
del Desierto a la propaganda migratoria en las principales ciudades europeas.
Pero algo salió mal.
Los inmigrantes que llegaron a estas tierras
generaron más problemas de los que los financistas de sus vapores y los
constructores del Gran Hotel de Inmigrantes estaban dispuestos a soportar. La
inmigración traía nuevas barbaries: el
socialismo, el anarquismo y el comunismo.
Esto, claro, ponía en riesgo el parto de esta nueva Nación.
El nuevo escenario precisaba de actores capaces de
contener, educar y en caso de ser necesario reprimir al populacho que no
entendía de orden y progreso. Se precisaba una mano firme, dura y erguida que
proteja la rueda del progreso y anulara a quienes intentaban atascarla poniendo
palos en ella. Era necesario encontrar dentro de la elite iluminada a alguien
que pusiera las cosas en su lugar y enmendase de una buena vez y para siempre
los errores que permitieron que el pueblo pobre se levante contra los que le
daban de comer.
El currículum de Falcón no dejaba lugar a dudas. Este
militar. graduado con honores en la primera promoción de la escuela de armas
nacional, había alcanzando su rango de Coronel durante la Campaña del Desierto.
Sirviendo con hidalguía las ordenes de sus superiores, garantizaba obediencia y
tenacidad a la hora de poner en su lugar a los revoltosos. Incluso poseía una
ventaja más por sobre cualquier otro postulante al cargo de Jefe de la Policía de la Ciudad, al conocer el
proceso legislativo. Había ocupado una banca durante dos períodos consecutivos,
trabajando codo a codo con los legisladores conservadores.
En el año 1906 el Coronel Falcón asumió la jefatura
de la Policía
de la Ciudad
de Buenos Aires, la que más tarde se
convertiría en la
Policía Federal. Su asunción fue celebrada por cada uno de
los distintos sectores que integraban la elite gobernante de la Nación, preocupados por los
alzamientos radicales.
El estado de sitio imperaba en el territorio porteño
y Falcón estaba dispuesto a hacerlo respetar a como de lugar. Ni bien asumió su
mandato tuvo que encargarse personalmente de poner fin a la protesta de
inquilinos provocada por la suba de los precios de alquiler. En un primer
momento se mostró propenso al diálogo, pero luego de comprobar que de ese modo
no terminaba con la protesta, decidió dar la orden al cuerpo de bomberos para
dispersar en pleno invierno capitalino a la masa rebelde, integrada en su
enorme mayoría por mujeres y niños, mediante el disparo de agua helada a
presión. No conforme con los resultados del hecho, efectuó desalojos masivos y,
amparado en la Ley
de Residencia, dio lugar a un proceso de extradiciones de los inmigrantes que
atentaban contra el orden y las sanas costumbres de ésta tierra.
Tiempo más tarde, siguiendo obedientemente la orden
del presidente Figueroa Alcorta, se presentó en el Congreso de la Nación para clausurar las
cesiones ordinarias. En medio de las disputas del oficialismo con los diputados
que respondían a Roca, quienes se negaban a sancionar las leyes enviadas desde
el ejecutivo no dando el quorum necesario, a Falcón no le tembló el pulso para
atentar contra la constitución.
A lo largo de su gestión, el blanco de su
intervención y preocupación fue acabar con las huelgas obreras, que se
multiplicaban constantemente. Quizás la jornada más recordada sea la del 1 de
mayo de 1909, en la que Falcón en persona dio la orden de dispersar, con balas
si era necesario, a la masa anarquista
congregada por la FORA
en la plaza Lorea, para recordar la masacre de Chicago. Ese día los obreros
reunidos junto a mujeres y niños vieron llegar a Falcón en su coche, y al
reconocerlo comenzaron a insultarlo. El
Coronel jamás bajó la vista ni expresó sentimiento alguno ante lo que sucedía.
Su único gesto fué ordenar el avance de la caballería con los sables en punta.
El resultado de la represión fueron 11 muertos y 105
heridos, hombres, mujeres y niños. Este episodio dio por comenzado lo que más
tarde se llamaría la “semana roja”. La
respuesta de la masa obrera no se hizo esperar y la huelga general fue
decretada.
No conforme con las consecuencias de su accionar
Falcón, el 4 de mayo ordenó a las fuerzas dirigirse ante la morgue judicial y
dispersar a los 60000 presentes que esperaban la entrega de los cuerpos sin
vida de sus compañeros para acompañarlos hasta el cementerio de la Chacarita. El grito
del gentío reclamaba la inminente renuncia del Coronel responsable de la
matanza, pero éste volvió a reprimir
sin vacilar y ordenó el secuestro de los féretros para evitar el cortejo. A la par de estos sucesos, se clausuraban
diversos locales de sindicatos anarquistas y socialistas, como así también se
incendiaron las imprentas “La
Vanguardia” y “La
Protesta”, ambas órganos de prensa socialista y anarquista
respectivamente.
Ese mismo día, en la Casa Rosada,
dirigentes de la Bolsa
de Comercio, la Cámara
de Cereales, y otras asociaciones patronales, organizaron en presencia del
presidente Figueroa Alcorta, un tributo al Coronel Falcón para condecorarlo por
su accionar en defensa de la
Patria.
No eran los únicos que recordaban al Coronel por su
accionar. Un joven anarquista llamado Simón Radowitzky, también pensaba en la
actuación de Falcón. Junto a los cadáveres de sus compañeros se había jurado
hacer justicia y poner fin a la vida de
quien ordenó el terror y la persecución en las jornadas trágicas de mayo. Su
presencia en la masa obrera no había llamado la atención.
Desde la matanza de la plaza Lorea en la semana roja
de mayo, la vida del Coronel Falcón estaba amenazada, pero su orgullo nunca le
permitió aceptar la custodia que el Presidente había puesto para él. La mañana
del 14 de noviembre de 1909 lo encontró volviendo del cementerio de la Recoleta luego de
presenciar una ceremonia en honor a un compañero de armas. Todo sucedió muy
pronto. Vio a un joven a acercarse hacia su coche. Sin sospechar de él, siguió conversando con
su secretario, hasta que escuchó el grito “¡Viva la Anarquía!”.
Simón Radowitzky había arrojado una bomba casera a
los pies del Coronel Falcón, quien moriría desangrado horas más tarde.
Inmediatamente después de su muerte, la figura de
Falcón fue utilizada por la oligarquía porteña como símbolo de la lucha por
concretar su proyecto nacional elitista y agroexportador y defender a la patria
de la enfermedad roja y extranjera. Escuelas, monumentos, calles y dependencias
estatales fueron bautizadas con su nombre.
…....
Parece ser que, a finales del pasado abril, se dio
por terminada la misión de Batuque. La Escuela de Cadetes de Policía ya no lleva más el
nombre del coronel asesino. Dicen que han visto ahora al digno espíritu canino
de Batuque haciendo un pis en Diagonal Sur y Perú.