Aceleradamente se reagrava la crisis internacional
Por Lido Iacomini
Han pasado ya cuatro años desde el momento en que empezó a
evidenciarse el desenvolvimiento de la gran crisis financiera internacional,
con el estallido de las Sub Prime en EEUU. Un año después en plena crisis
global, Cristina Fernández de Kirchner pronuncia el que sería su famoso
discurso en la arena internacional, en la Asamblea General
de las Naciones Unidas, denominandola efecto
Jazz, en contraposición a las denominaciones de las crisis anteriores que
tuvieron centro en países periféricos. Eran efecto
Tequila, o Tango…. No, ésta vez
la crisis había llegado al corazón del imperio.
Hoy, a cuatro años vista de ese comienzo que luego se constituyó
en la peor crisis de la historia del capitalismo, asistimos como si fuera un
cuento lejano que no nos atañe, a los prolegómenos indicativos de una nueva
fase de reagravamiento de la misma. Desplazamiento parcial de escenario
mediante, ahora es Europa la que se sacude aunque no es posible descartar un
default norteamericano. Sucesivos y siniestros acontecimientos de distinto
carácter y magnitud, políticos o militares unos y miniestallidos financieros
otros, así lo presagian.
Algo pareciera teñirlos en común y es el carácter confuso que los
envuelve. El caso Strauss Kahn, el director francés del FMI, resulta
paradigmático. Influyente como ningún otro en el convulso escenario financiero
internacional, fue volteado de su cargo por un presunto caso de violación de una mucama de hotel, con pruebas
por las que hoy ningún investigador mas o menos serio daría un céntimo. Ahora
las presunciones apuntan a la fuerte connotación política del cambio de timón
ocurrido en el FMI, un gambito Sarkozy que desplazó de las manos socialistas (a
la europea desde ya) de Strauss a las del mas crudo conservadurismo de la
ministra de economía de Francia a la par que hundía la candidatura del
dirigente a la presidencia mas peligroso para su continuidad. Evidentemente un
“polvo” envenenado.
La crisis militar en Oriente medio y lejano, donde la sangrienta
agresión de la OTAN
sobre Libia, pone en primer lugar la barbarie imperialista conducida ahora por
los franceses, apenas oculta la mano norteamericana asociada en la
intervención, en el marco de una dura disputa entre EEUU e Inglaterra de un
lado y la Zona Euro
por la otra girando alrededor del pago de los costos de la crisis global. Ya
que Grecia, que ofreció su libra de carne, es tan solo la punta de un iceberg
del que no se conoce el tamaño real. A su vez la infame guerra desatada contra
la autonomía Libia encubre la crisis general que ha estallado en el mundo
árabe, tributaria de las traiciones de sus dirigentes a la lucha tercermundista
de generaciones anteriores y del insoportable yugo absolutista sobre sus
pueblos.
Así el arco que une los acontecimientos del Medio y Extremo
Oriente con las bancarrotas en serie de Europa y la crisis en la economía real
norteamericana no tiene la coloratura de una disputa de espacios por la
expansión del sistema imperialista mundial sino el acre olor de las disputas
dinásticas en busca de eludir la sepultura. La Francia de Sarkozy pone
los bombarderos que asesinan en Trípoli, ansiosa de recuperar un papel
internacional que hace ya décadas cedió a los yankys. Mientras pide a su socia
alemana que modere las exigencias sobre los clientes morosos de su sistema
bancario, encabezados por Grecia en su marcha hacia la guillotina, porque el
riesgo es ni mas ni menos que el estallido de la Eurozona.
Sin Plan B que tiente una salida reformadora de las aristas mas
crudas que exponen los sectores financieros que hoy lideran la economía central
-a pesar de su responsabilidad en la bancarrota- insisten en las recetas del FMI y en embestir
militarmente para continuar ejerciendo
el poder imperial. La salida reformista de Obama ante la caída inexorable de
Bush ha pasado a mejor vida.
La repercusión
latinoamericana
Lo primero que es necesario señalar, es que el ritmo de las
medidas desenvueltas por América Latina, aunque acertadas y en muchos sentidos
revolucionarias, no está a la altura de la velocidad de la crisis mundial y que
a corto plazo el agravamiento de la crisis europea con la consecuente caída de
la actividad económica mundial y la disminución de la demanda global arribará a
nuestras costas. Si bien la demanda de productos alimenticios y primarios en
general es poco elástica y hay factores -como la inserción creciente de los
nuevos mercados emergentes a los que hay que alimentar -la dependencia de
economías agrarias concentradas en manos oligárquicas contienen a su vez una
cuota de peligrosidad, como lo mostró la crisis de la 125 en nuestro país. La
modernidad (en el buen sentido) depende del desarrollo industrial. Y este
requiere una expansión de la inversión y un control financiero creciente así como
organismos supranacionales de la región.
Los asuntos internacionales, aún aquellos que sin duda escapan a
nuestras posibilidades de acción, cobran una vital y
estratégica importancia ya que en el marco de las turbulencias en que se desenvuelve la crisis
internacional, la Argentina
deberá optar, sin excluirse, por un perfil G20 ó la creación efectiva de nuevas
herramientas del UNASUR (por. Ej. Banco del Sur). Por supuesto hay quienes colocan
la varilla más alto e impulsan a que nuestro gobierno se sume al ALBA. Yo creo
que esto no es mas que una manifestación de voluntarismo político y no está
dentro del menú real para el perfil de Argentina, aunque debamos defender el
ALBA. Los dilemas que le plantea a nuestro país el papel que su industria
automotriz en asociación estrecha con Brasil (de la que aún es posible esperar
una fuerte expansión), no es mas que una muestra de la alianza estratégica que
por un largo período necesitamos
transitar.
Este discordancias aparecen porque el UNASUR
enfrenta dificultades para abrirse camino y la velocidad de su construcción no
está a la altura de la gravedad de la crisis internacional. Poderosos intereses
económicos pretenden limitarnos a un G20 que no se logra desprender de los
instrumentos que la crisis caducó y dilatan la construcción posible, hoy, de
una nueva hegemonía, sin esperar los nuevos fracasos que la reiteración de las
recetas del FMI inevitablemente acarreará. Varios factores operan
negativamente: no está mas Lula al frente de nuestro principal socio estratégico
y si bien Dilma parece seguir su rumbo, la lucha interna no se salda y los
intereses de los monopolios paulistas junto a la dependencia de los volátiles
capitales externos que sufre Brasil pisan el freno. Y sobre todo la Unasur no tiene más un
secretario general como Néstor Kirchner que le imprima un audaz sello. No hay
conciencia suficiente de la importancia que el crecimiento de la inteligencia
internacional de N. Kirchner tuvo y del papel de los liderazgos en el nuevo
perfil latinoamericano. Ese trío – Lula, Néstor y H. Chávez- constituyeron una
potencia formidable. En ese marco en los últimos tiempos aparece opacada la
figura de Hugo Chávez (más allá de su actual enfermedad que esperemos que sea
felizmente superada) por los problemas económicos y políticos que padece
Venezuela.
En realidad hay un equipo
latinoamericano que debe reaparecer para protagonizar un rumbo económico y
político del subcontinente que nos de el marco estratégico sin el cual no
tenemos destino.