Volver es
recuperarse
Por Maria Eugenia Asato
eugeniaasato@elpancholacoca.com.ar
Si bien entrar
a un museo me genera cierto rechazo porque creo que es elitista, a su vez creo
que es un lugar que debemos apropiarnos. Las imágenes están ahí, esperando ser contempladas,
nos quieren decir algo, algo personal.
Fui al museo
de Bellas Artes y un cuadro en particular me estaba esperando, al pasar me
guiñó el ojo y me quedé para percibir lo que me transmitía. El cuadro se llama
La vuelta del malón, cuadro que retoman muchos ensayistas e intelectuales; y
que data de 1892.
Los brazos en
alto son una muestra de que han ganado, de que los indios aún resisten, a pesar
de las caídas sufridas y la denigración.
Ellos corren
con sus caballos hacia un lugar común, con un proyecto común. También los
acompaña un perro, señal de que la naturaleza está de su lado. Los caballos y
la actitud de los indios con los brazos en alto muestran la pasión, la sangre,
la fuerza.
Un indio
levanta una cruz, símbolo del Catolicismo. Catolicismo que con la dominación
religiosa ha avasallado la cultura originaria. El indio ha saqueado un símbolo
de dominación. Él quiere recuperar su identidad, su cultura. Ya no más otro que
le diga en lo que creer.
Los indios
tren en brazos a la Biblia,
la cual sirvió como instrumento de dominación. La Biblia le ha quitado la
palabra a los indios y sus creencias pero ya no más. Ha llegado la hora de
recuperar la palabra y la creencia.
Además de
saquear a la Iglesia
han saqueado a la casa burguesa. Llevan el maletín del burgués símbolo de los
bienes y lugar donde guardan los papeles de la administración del territorio
para la dominación y el sometimiento de los indios.
La presa es
una mujer con sus pechos desnudos, mostrando su sensualidad. Mujer objeto del
triunfo de la venganza del indio sobre el blanco. Otra presa es el caballo
blanco. Parecería que el color blanco, símbolo de pureza, le pertenece a los
españoles. Pero ¡no! Los indios confirman que no hay color del que se puedan
apropiar los españoles.
La escena se
da al amanecer pero el indio no le teme a la oscuridad. Un nuevo día está por
llegarles.
Las flechas
rojas y las banderas blancas, recuerdan a aquellos barcos (La Niña, La Pinta y la Santamaría), que
llegaron a Nuestra América para saquearnos el cuerpo, la mente y el espíritu.
Quisieron quitarnos nuestra identidad pero no pudieron. El indio, raíz de la
identidad americana, se ha puesto de pie y galopa por estas tierras, señal de
que le pertenecen.
¡El indio ha
vuelto! Y volver es recuperar y recuperarse. Ha vuelto de una forma inesperada
cuando muchos creían que estaban dormidos o muertos. Pero están, existen y
luchan por lo que les es propio.
El indio
muestra que está vivo y se toma revancha a la emprendida “conquista del
desierto” de Roca. El territorio no estaba desierto y aquello vivo que se trató
de invisibilizar y negar, ahora muestra que su corazón late al compás del
galopeo del caballo libre de ataduras.
Se ha
considerado al indio como la barbarie a la cual se la puede matar en
contraposición con la civilización que trae el progreso y para lo cual debe
eliminarse a la barbarie.
El grupo de
música Arbolito invita frecuentemente a Osvaldo Bayer para que recite el relato
de “Arbolito, el vindicador” que contiene en su libro “Rebeldía y esperanza” Arbolito
(el personaje), cuenta Bayer es un joven ranquel apuesto, alto, de pelo largo y
con abundante cabellera. Dicho personaje se parece a un arbolito por su cuerpo
delgado y su gran cabellera. Durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, dicho
presidente manda a llamar al oficial prusiano Rauch para que se encargue de
exterminar a los indios ranqueles en la Pampa ya que eran considerados anarquistas y
salvajes, y por lo tanto eran una amenaza. Rauch y sus tropas se apropian de
sus tierras y los matan. El relato culmina con el hecho de que Arbolito
degüella al coronel Rauch en venganza al genocidio cometido contra los indios
ranqueles. El relato me interpela y me hace pensar si acaso la rebeldía no es
necesaria para deconstruir lo viejo y construir lo que está por venir.
Así como
recordamos a la cabeza degollada de Rauch, también los indios en el cuadro
llevan la cabeza degollada del dominador.
En La vuelta
del malón veo rebeldía y resistencia. Pero no una rebeldía por sublevarse a la
nada sino por subvertir la dominación establecida. Y resistencia del indio al
exterminio y al saqueo de sus tierras y su cultura. En una palabra, resisten
porque sino mueren.
Volviendo a
nuestros días vemos en las declaraciones de Macri una exclusión y una xenofobia
hacia personas del interior del país y
de países limítrofes, por las cuales manifiesta que ellos no tienen derecho a
la salud brindada por los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires. Así
también, personas marginadas del Sur de la ciudad hicieron sentir su presencia
en la ocupación del Parque Indoamericano. En ambos casos, como aquellos indios
en La vuelta del malón que saquearon la casa burguesa y la Iglesia como signo de
rebeldía ante la dominación, hoy los sectores populares van en busca de sus
derechos como la salud y la vivienda, contraponiéndose a la exclusión y a la
dominación.
La resistencia
ante la opresión es necesaria para luchar por nuestra dignidad. Así, los indios
resistieron y volvieron, como lo muestra el cuadro, ante la dominación. No se
quedaron quietos y se volvieron ante lo que les causaba injusticia. Como ellos,
nosotros debemos ponernos de pie ante las injusticias y poner el cuerpo porque
volver ante lo que nos oprime es recuperarnos.