Entrevista a Eugenio
Raúl Zaffaroni
Los muertos que no hablan
Por Gastón Florio
Hablar de los altos magistrados a
veces resulta un poco engorroso, difícil. Especialmente si se trata de un
ministro de la Corte
Suprema de la Nación. Muchos recordamos a la banda de
delincuentes que ocuparon esos gigantescos sillones en los ´90. O los que
hicieron oídos sordos a los reclamos de la Madres y de las Abuelas durante años. Sin
embargo, los nuevos vientos también llegaron allí, o mejor dicho: empezaron por
allí. Unas de las primeras medidas de Néstor Kirchner –como presidente- fue
renovar esa Corte, aquella de la pizza y champán, y así colocar los primeros
cimientos para empezar a combatir la impunidad.
Eugenio Raúl Zaffaroni se brindó
a dialogar -vía mail- con El Pancho La
Coca, luego de conocernos apresuradamente las caras. Ministro
de la Corte Suprema
de la Nación,
y quizás una de las personalidades más respetadas por su estudio y militancia
sobre criminología, prevención del delito, derecho penal; mencionar todos sus
estudios y trabajos, seria extenderse demasiado.
En el año 2009 el jurado mundial
independiente lo galardonó con el Premio Estocolmo en Criminología junto con el
Catedrático de la
Universidad del Noroeste del estado de Illinois (Estados
Unidos), John Hagan, que representa la mayor condecoración en la disciplina.
“El Maradona del derecho” lo
definió Víctor Hugo en la presentación de su nuevo libro: “La palabra de los
muertos”. Pero quizás, la comparación con el astro, no sólo se debe a lo antes
dicho, sino que Zaffaroni no se conforma con todos los laureles que un
profesional puede conseguir, y sistemáticamente se involucra con la realidad.
Gentilmente, entonces, el juez de
la oxigenada Corte Suprema se dispone a cambiar ideas sobre distintos temas
sociales, y a contarle un poco sobre su nuevo libro al El Pancho La Coca.
¿A qué se refiere el título de su nuevo
libro “La Palabra
de los Muertos”?
E. Raúl Zaffaroni.- Creo que la criminología de todos los tiempos se ha
olvidado de un pequeño detalle: el genocidio. Se ocupó de todos los delitos,
menos del genocidio. Cuando miramos el genocidio en el curso del siglo pasado
vemos que los estados mataron entre 100 y 150 (millones de personas, sin contar
con las “masacres por goteo”: ejecuciones sin proceso, desaparecidos aislados,
muertos por tortura no sistemática, bebés mujeres muertas por quienes preferían
hijos varones, y un largo etcétera). Sin esas “muertes goteadas” que no se
cuentan por no ser tan evidentes, mataron a dos habitantes por cada 100 del
planeta, por lo menos. ¿Quiénes lo hicieron? Los aparatos represivos que debían
garantizar la vida y la seguridad, nada menos. Hubo ejércitos, es cierto, pero
no en función bélica, sino policial y represiva. La KGB era una policía, la Gestapo también, para
matar a los armenios sacaron a los criminales de las cárceles, para infectar a
las mujeres en África sacaron a los presos con HIV, etc. Siempre el aparato
punitivo. Y eso muertos no hablan, porque ni siquiera se registran en las
estadísticas oficiales de homicidios de los países en que tuvieron lugar.
¿Que significa la “criminología mediática”?
E. Raúl Zaffaroni.- Hay una criminología académica, que es la que enseñamos
en las universidades, pero hay otra que es la que enseñan los medios de
comunicación y la que da lugar a la construcción de la realidad que vivencian
las personas en la calle. Esta última es la criminología mediática.
¿Que responsabilidad tiene ese aparato
mediático en la formación de la opinión publica, que muchas veces reclama “mano
dura”?
E. Raúl
Zaffaroni.- Los medios masivos de
comunicación social son los que crean la realidad en que todos vivimos. La
expresión y sus detalles se hallan descriptos en una obrita clásica que es la
de Berger y Luckmann, que se lee en todas las carreras de periodismo. No
conocemos la realidad en vivo y en directo, sino en la forma en que nos la
construyen los medios. Yo no estoy en Libia ni en la Franja de Gaza, ni siquiera
en el escenario de otro barrio de mi propia ciudad. Desde los Estados Unidos se
reparte hacia todo el mundo una criminología mediática que muestra como único
riesgo el delito callejero común, todos los demás no son riesgos, desde la
amenaza al medio ambiente que puede destruir la habitabilidad humana del
planeta hasta la muerte intrafamiliar, desde el hambre y la miseria que mató a
miles de ancianos al dejar una generación sin sustento para pasar de un sistema
solidario a otro de ahorro y fundir todo el sistema previsional hasta los que
se murieron por depresión como consecuencia del “corralito”. ¿Qué ladrón
“privado” perjudicó más la propiedad que todo esto? ¿Quién privó a más gente de
sus ahorros o de sus aportes? Todo esto no entra en la criminología mediática
que nos crea la realidad, el único riesgo es el asaltante o el ladrón común.
¿Cómo evalúa los cambios en el aparato
policial, llevados a cabo por la ministra Nilda Garre?
E. Raúl Zaffaroni.- Creo que está aumentando el número de efectivos en la Capital y que además, al
introducir otra fuerza policial generará un mecanismo de control recíproco muy
interesante. De todas formas se requiere tiempo y una articulación más amplia
de un nuevo modelo policial. De momento son medidas urgentes, no hay espacio
para cosas más profundas en que hay que ir despacio. La seguridad es una
cuestión en la que hay que reparar la máquina mientras sigue andando.
Para muchos, el fantasma que aqueja a
nuestro pueblo es “la seguridad”, pensada como la criminalización de la
pobreza. ¿Cuál es su opinión al respecto?
E. Raúl Zaffaroni.- Sí, no tengo dudas. Pero detrás de esto hay una
propuesta de modelo de estado. La pregunta es: ¿Vamos a ir a un estado
incluyente, con la aspiración de incorporar a los excluidos, o vamos a ir a un
estado excluyente, que renuncie a esta aspiración y que directamente entienda
que su única misión es la represión para mantenerlos a raya? El primero es el
modelo de estado social y el segundo el del estado gendarme. Tenemos que
elegir.
¿Que opinión le merece el debate acerca de
la despenalización para el consumo personal?
E. Raúl Zaffaroni.- No hay debate. Hace cuarenta años que venimos
repitiendo lo mismo y se reiteran los mismos argumentos. Cuando durante
cuarenta años se siguen diciendo las mismas cosas de ambas partes es porque no
se quiere discutir en serio. ¿Qué quiere? ¿Quiere que le siga respondiendo a
López Rega? Se murió.