Dos proyectos culturales
El pueblo tiene
que optar por
dos modelos
diferentes el que
trajo el hambre
y la falta de
trabajo y el
otro modelo, el
modelo de la
patria
(Néstor
Kirchner)
Por Carla Wainsztok
Deseamos comenzar este texto afirmando que todo
proyecto político es un proyecto cultural. Por ello si de analizar proyectos
políticos se trata queremos comenzar nuestro análisis a partir de los festejos
del Bicentenario. Por una parte el pueblo reunido en la calle, festejando entre
carrozas, exposiciones, recitales, mapping sobre el Cabildo, desfiles en fin,
una verdadera fiesta. De esas fiestas que a los conceptos y a las academias se
les escapan. En el otro extremo un festejo pequeño, para algunos pocos, tal vez
para las clases dominantes, digo tal vez porque parece más en palabras de
Jauretche una tilinguería. Sin embargo esto no debe hacernos olvidar que en
mayo del 2009 el macrismo había realizado un festejo rumbo al Bicentenario. Al
cual habían sido invitados, Lanata, el rabino Bergman, entre tantos otros.
Los festejos del gobierno de la Ciudad estaban en sintonía
cultural con los festejos del Centenario.
En 1899,
Miguel Cané, el autor de Juvenilia y
de En la tierra tucumana presenta un proyecto de ley, la llamada
Ley de Residencia.
“Muy tempranamente había
declarado su admiración por esa herramienta que ha encontrado en la legislación
francesa y a la que llama ‛deliciosa ley de expulsión de los extranjeros (…) en
su conocida nota ‛La ola roja’ Comprueba allí que todas las concesiones hechas
al ‛elemento socialista’ han resultado vanas, y que por ende el espíritu se
inclina instintivamente hacia soluciones policiales que no excluyen las
implementadas por Thiers en la sangrienta represión de la Comuna de París” (Terán;
2008, 46)
En 1902 se promulga la ley de Residencia y en 1903
Cané se pregunta
“¿Dónde están los criados viejos y fieles que entreví en los
primeros años en la casa de mis padres? ¿Dónde aquellos esclavos emancipados
que nos trataban como a pequeños príncipes, dónde sus hijos, nacidos hombres
libres, criados a nuestro lado, llevando, nuestro nombre de familia, compañeros
de juego en la infancia, viendo la vida recta por delante, sin más
preocupaciones que servir bien y fielmente? El movimiento de las ideas, la
influencia de las ciudades, la fluctuación de las fortunas y la desaparición de
los viejos y sólidos hogares, ha hecho cambiar todo esto. Hoy nos sirve un
sirviente europeo que nos roba, se viste mejor que nosotros y recuerda que su
calidad de hombre libres apenas se le mira con rigor” (Cané: 1919, 123)
Cané es
también el creador del Jockey Club. “Cané parece obsesionado por dos preguntas
básicas: cómo definir la noción de aristocracia en un país republicano, y cómo
marcar de ese modo el límite entre quienes tienen derecho a pertenecer a ella y
aquellos otros ante los que debe erigirse un muro de diferencias” (Terán; 2008,
39)
Huir de
Buenos Aires ya no tiene sentido, y el diplomático Cané bien lo sabe Europa
también está siendo invadida por la modernidad.
“De la exclusividad, el distanciamiento y la descalificación se
pasará a la defensa, las persecuciones y la expulsión (…) la obra de Cané –
desde Positivismo (1872) a La ola roja (1896) pasando por Un festival chino (1880), Juvenilia
(1884) y la fundación de la
Facultad de Filosofía y Letras (1896) - se convierte en una
paulatina recopilación de antecedentes para la ley de residencia de 1902” (Viñas: 1995, 202)
Debemos
mencionar también que para los “festejos del Centenario” el país se encontraba
en estado de sitio.
“Figueroa Alcorta recibió
al presidente chileno en el pequeño andén, mientras las damas de la comitiva
eran trasladadas en varios coches (…) Una vez más, la esposa del presidente de la Nación, debido a su estado
de salud, no pudo concurrir a la recepción y envió a una amiga que la
representara. Esa noche el teniente primero Florencio Campos y su hermana Elena
Campo de Martínez de Hoz brindaron una recepción a los militares chilenos” (
Salas; 2009: 102)
En cambio el proyecto nacional y popular que
comenzó en el año 2003 y que es parte de todos los programas emancipatorios
latinoamericanos imaginó, soñó y construyó una fiesta para la Patria Grande.
Desde los medios
hegemónicos se llamaba a no participar de los festejos. La ciudad como casi
siempre era un caos. Sin embargo no todos los relatos eran tan ramplones, la
pluma de Eliaschev es por demás
elocuente
“Lejos de la pompa acosadora, mutantes y buscas patrullan con
displicencia la ‘Ciudad Bicentenarizada’. El estruendo hiriente que envuelve al
Centro suscita la respuesta despreciativa de su sarcasmo sordo. Las gentes van
y vienen, rodeados de un pronunciado aire de amenidad. Los fastos encarados a
alto costo para celebrar los famosos doscientos años, del país no lo afectan,
ni tampoco interpelan. En varios sentidos, las muchedumbres porteñas miran de
reojo y con fastidio el desparramo en una ciudad colapsada por preparativos de
gruesa teatralidad. Se nos informa que estamos de fiesta. Nadie entiende por
qué, ni para qué tamaño desbarajuste, pero por todas partes un patrioterismo
banderillero y desfachatado pretende justificar el desorden, como si esta
gestualidad callejera tan desaforada fuese equivalente a la exaltación de las
nobles ideas nacionales. (…) La idea es de un populismo primitivo y rutilante”
(Eliaschev; 2010)
Para nosotras y nosotros en cambio estos son
tiempos inquietantes. Es decir tiempo para no quedarse quieta/o. Como diría el
viejo Hegel, no se puede asociar al conocimiento con la duda, con la duda
metódica, el saber es vital, debe conmover. Nada más conmovedor en aquellos
días que los festejos del Bicentenario.
El festejo popular como una nueva
descolonización pedagógica y parafraseando a Don Arturo ya no son tiempos de
balbuceos o ensayos. Jauretche quien fuera homenajeado durante las festividades
del Bicentenario había fallecido un 25 de mayo.
Tres ideas en
torno a la presencia de Jauretche en los festejos.
1) La cita constante durante los recitales nada grande se puede hacer con la tristeza (…) los pueblos deprimidos
no vencen
2) Las imágenes en el Cabildo. Jauretche está acompañado por
Rodolfo Walsh y Carlos Múgica.
3) la presencia de una lectura revisionista en la galería de los
patriotas.
Ya en su momento, Ricardo Rojas había
propuesto una pedagogía de las estatuas, bajo esa idea se hacía referencia a
los nombres de las calles, de los ferrocarriles, de los colegios, y por
supuesto de los monumentos.
Estamos en presencia de un nuevo tiempo donde
nos proponemos “desmonumentalizar” las ciudades, las regiones, las plazas, pero
no se trata simplemente de cambiar de nombre, ni como diría Cooke de repetir nombres hasta el hartazgo, no se
trata de cambiar figuritas, sino de recuperar nuestros relatos. Y en ese
sentido creemos que la galería de los patriotas es un gesto fundante.
Pero aún falta “desmonumentalizar” los
programas de historia de las escuelas secundarias, las carreras universitarias
que repiten como en una letanía los ecos europeos, los actos escolares de las
escuelas primarias.
Son tiempos para animarse a derribar
estatuas, para demoler mitos, y construir un eros pedagógico latinoamericano.
Bibliografía
Cané, Miguel (1919) Prosa ligera, La Cultura
Argentina, Buenos Aires
Eliaschev, José (2010) Patriotismo, Diario Pefil.
Salas, Horacio (2009) El Centenario Planeta. Buenos Aires.
Terán, Oscar (2008) Vida intelectual en el Buenos Aires fin- de- siglo (1880-1910) FCE,
Buenos Aires.
Viñas, David (1995) Literatura argentina y política, Sudamericana, Buenos Aires