El Congreso Anfictiónico de Panamá y los
bloques políticos americanos
Eu vejo o futuro repetir
o passado
Eu vejo um museu de grandes novidades
Eu vejo um museu de grandes novidades
Cazuza
Por Mauricio José Amiel
mauricioamiel@elpancholacoca.com.ar
El nombre del congreso lo toma
Bolívar de aquella unión político-religiosa que 12 pueblos griegos de un lado y
de otro del istmo de Corinto hicieron hace más de 2500 años para defender la
soberanía –y la hegemonía- del templo de Apolo en Delfos, según él mismo dice
en la carta de Jamaica: “¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para
nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la
fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las
repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de
la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo”.
Esto era nada más la expresión de un deseo que se realizaría 11 años más tarde,
en 1826. En efecto, ese año, en Panamá, se llevó a cabo el Congreso Anfictiónico,
convocado por el libertador venezolano. Invitó a representantes de Gran
Colombia (que incluía Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, partes de Costa
Rica, de Perú, de Brasil, de Guyana y de Nicaragua.), Perú, Guatemala, México,
Bolivia, Chile y el gobierno del Río de la Plata. Estos tres últimos no
asistieron: el primero no llegó a tiempo y por sus situaciones internas los
otros no enviaron delegados al congreso. Una nación no americana fue invitada
por el libertador: Inglaterra, a la que Bolívar consideraba que había que estar
aliado para poder crecer. No mucho tiempo después se desilusionaría viendo que
sólo buscaban que Estados Unidos liderase a los estados nacientes y algunas
relaciones comerciales en su provecho. Los Estados Unidos fueron invitados por
Santander, el gobernador de Gran Colombia, pero no llegaron a tiempo. Sus
intenciones, sin embargo, ya eran claras: desalentar todo ímpetu de unión de
naciones que pudiera perjudicar su propio crecimiento.
La finalidad del congreso era,
según el mismo Bolivar: "Cimentar de un modo más sólido y estable las
relaciones íntimas que deben existir entre todos y cada uno de ellos (las naciones participantes) y que les
sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los
peligros comunes, de fiel intérprete en sus tratados públicos cuando ocurran
dificultades y de Juez Árbitro y Conciliador en sus disputas
internacionales." También conformar una alianza militar en caso de tener
que enfrentarse con la Santa Alianza,
que buscaba la restauración de las monarquías en Europa (y por consiguiente,
podría buscar restaurar sus dominios coloniales).
El congreso duró desde el 22 de
junio al 15 de julio de 1826.
A pesar de la agobiante presencia de insectos que habrá
generado una considerable molestia en los plenipotenciarios, y de las
diferencias entre éstos, se firmaron algunos acuerdos políticos, económicos y
militares que quedaron rubricados en el “Tratado
magnífico titulado de la Unión,
de la Liga, y de
la Confederación
perpetua”. Un pacto mutuo de defensa y una Asamblea Parlamentaria
Supranacional son algunas de las cosas que se lograron sin dificultad. Otras
como la delimitación de los territorios o los acuerdos comerciales conllevaron
más rispidez. Se declaró también la abolición de la esclavitud en todos los
territorios de las naciones participantes y la realización de medidas para que
España reconociera las nuevas repúblicas.
Si bien el intento había sido
bueno, el resultado dio frutos más bien amargos. Pocos años después, corrido
Bolívar del gobierno del Perú, esta gobernación declina su participación en el
contrato firmado. Colombia se desmembraría en tres estados y Guatemala en
cinco, dejando de lado las intenciones del Congreso. Quien se sintió entonces
en un banquete fue Inglaterra, que estrechó relaciones comerciales (carnales,
digámoslo) con los estados nacientes, desinteresados como estaban éstos de todo
intento de unión de naciones.
Casi doscientos años más tarde
vemos renacer el interés de los pueblos y los gobiernos que los representan de
formar un bloque político Latinoamericano. Ejemplo de eso es ya el Mercosur,
creado bajo el singo del neoliberalismo. Desde 2004 existe también el ALBA,
impulsado por Venezuela como contrapartida del ALCA propuesto por el vampiro
del norte y al que están integrados Bolivia, Cuba, Honduras, El salvador, La Mancomunidad de
Dominica, Honduras, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, además de
Venezuela. El otro bloque, de carácter más político que económico, es la UNASUR, que se viene
gestando desde 2004 y que firmó su tratado constitutivo en 2008. Participan de
ella todos los países de Sudamérica, quienes se plantean como objetivo
principal “construir, de manera
participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural,
social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo
político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura,
el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la
desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación
ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del
fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados.”
Ahora, como hace doscientos años,
la necesidad de unirnos sigue existiendo. Cada país no vive aislado en el
continente, y se sabe muy bien cuál es el destino que para ellos tienen pensado
sus propias oligarquías y las corporaciones multinacionales que no cesarán en
sus ataques a los intentos de democratizar Nuestra América. He aquí la
importancia de unirse: no luchamos contra un enemigo débil, sino todo lo
contrario: es un imperio bélico, económico y comunicacional que cuenta con sus
respectivas filiales y representantes dentro de los países a los que buscan
conquistar y al que no le fusta ni sirve para nada que nosotros, los países
periféricos, tomemos las riendas de nuestra historia. La lucha se verá sellada
cuando el pueblo entero reconozca y valore su soberanía; entonces sí no habrá
chances para que algún ente extranjero venga a manejarnos la política y la
economía.