"Boedo, Tierra Santa" por Pablo Perez SOCIAL Nº11, septiembre 2011

BOEDO, TIERRA SANTA

“Ha entrado usted alguna vez a un estadio vacío?
Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche.
No hay nada menos vacío que un estadio vacío.
No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”
E. Galeano


Por Pablo Perez
pabloperez@elpancholacoca.com.ar  

Tenía razón Manzi al rezar que a este costado del sur ya nunca lo verás como lo vieran… Caminar hoy por el barrio de Boedo es acercarse a la leyenda de lo que fue y hoy no es. Es reconocer viuda a la vieja Avenida La Plata, sin su desaparecido esposo de metal y tablón. Algo falta desde hace 29 años.
Era 1982 y la última dictadura cívico militar argentina comenzaba a retirarse. Tras su paso dejaba un charco de sangre y silencio, una economía de rodillas y los lazos sociales fracturados. Ese mismo año era desguazado el estadio del Club San Lorenzo de Almagro. Grúas y camiones circulaban por Avenida La Plata trasportando los restos del Gasómetro.
El intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires, Brigadier Osvaldo Cacciatore, daba rienda suelta a sus ínfulas de urbanista y diseñaba nuevas arterias y trazados en la Capital. En el marco de su plan de reordenamiento urbano entendió que el barrio de Boedo necesitaba de la apertura de las calles Muñiz y Salcedo. Esto, sumado al plan de construcción de viviendas y escuelas en el sur porteño, le brindaba al gobierno la oportunidad de cobrarse una deuda impositiva con el Club fundado por un grupo de jóvenes bajo el amparo de un viejo cura salesiano.
Ahora bien, ¿qué otro tipo de planes estaban entreverados con estos planes urbanísticos? Los nuevos diseños para el barrio de Boedo apuntaban también a  reconfigurar –o desconfigurar- los andamios de los lazos sociales y comunitarios barriales, concretando a nivel local las operaciones para desmantelar la cultura popular y la participación social. El exterminio de los espacios de encuentro y solidaridad entre vecinos, como los clubes, eran un objetivo. Pero además, San Lorenzo se convirtió en un blanco particular, ya que había tenido una conducta políticamente “incorrecta”. Por ejemplo, se había negado a tener gestos de complicidad y aprobación al Gobierno Nacional durante la organización del mundial de fútbol del 78.  Sumado a esto, el Club nunca nombró socio honorario a ningún integrante de las armas gobernantes, como sí lo habían hecho en otros clubes, los cuales fueron altamente beneficiados durante el mismo período. Asimismo, nueve desaparecidos de San Lorenzo eran reconocidos por su práctica social y deportiva dentro de la institución, mientras otros tantos eran reprimidos por las fuerzas del orden al pedir la reapertura del club. Todos estos sucesos se entremezclaban con el recuerdo de Don Pedro Bidegain, presidente del Club que conoció la cárcel de Ushuaia en tiempos de Uriburu por estar ligado al gobierno democrático desplazado por los infames.
Claro que el objetivo político no era el único que proyectaba Cacciatore. Luego del saqueo y la destrucción, el predio de Avenida La Plata fue vendido a una sociedad fantasma constituida ad hoc al insignificante precio de U$S 900.000. Se confirmaba entonces la mentira de la reasignación urbana. La apertura de calles,  la construcción de viviendas y escuelas eran una nueva estafa de parte del intendente de facto.
Dos años más tarde y en una de las últimas decisiones de la intendencia dictatorial, el lote que supo ocupar San Lorenzo era sometido a una nueva rezonificación que ahora permitía la construcción de espacios comerciales. Poco tiempo después, se hacía del terreno una firma francesa de hipermercados por la suma de U$S 8.000.000. 
La resignación de los vecinos y los socios ante  semejante desfalco solo puede ser entendida en el contexto de la oscuridad y el plomo. Y fue así, con dolor, que soportaron  la derrota, el engaño y la pérdida, no sin guardar una esperanza apretada contra el pecho.
Cuando se cumplían 19 años del último partido jugado en el desaparecido estadio, una tarde de diciembre de 1998 el historiador y socio Adolfo Res pronunció por primera vez aquello que muchos soñaban. “Es posible volver a Avenida La Plata, es posible volver a nuestra Tierra Santa”, dijo, aunque, en pleno menemato, pocos fueron los vecinos y sanlorencistas crédulos.
Pero todo cambió con la llega de Nestor Kirchner al gobierno. La reapertura de las causas por delitos de Lesa Humanidad permitió revisar el actuar económico, social y cultural de los intendentes y gobernadores de facto. La historia de la apropiación de la tierra añorada comenzó a transmitirse y caló hondo en los más jóvenes, quienes se convirtieron en motor y sostén del reclamo. Conferencias, charlas, textos, blogs, juntadas y marchas comenzaban a gestar un clima de compromiso y esperanza. La vuelta a Boedo comenzaba a sumar adherentes de diversas procedencias y espacios: las Madres de Plaza de Mayo –quienes dedicaron una jornada en el ECUNHI (Ex. ESMA) a la discusión y difusión de la causa sanlorencista-, el Juez Zafaronni, diputados porteños y nacionales de distintas fracciones políticas y diversas personalidades de la cultura.
Volver a Boedo es, más allá o junto con el fervor por un equipo de fútbol, la posibilidad de reconstruir los lazos sociales y recuperar un espacio cultural y deportivo en el sur postergado de la Ciudad. Es la lucha por la victoria de lo comunitario sobre la fragmentación social. Es ver la resurrección de un barrio y sus protagonistas en el escenario de la calle y el club: los pibes jugando, los viejos reuniéndose, las familias celebrando los carnavales, los jóvenes en recitales y fiestas, los vecinos gestando programas de cultura popular como la biblioteca Osvaldo Soriano…  Es la primacía de la memoria sobre el olvido. Es un acto de justicia.
La peregrinación del sueño está en marcha. El jueves 8 de septiembre se aprobó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la conformación de la Comisión Especial que buscará que el Proyecto Social, Cultural y Deportivo de Reparación Histórica nacido de los hinchas y socios del Club San Lorenzo de Almagro sea tratado y aprobado. Dicho proyecto fue acompañado en su anterior presentación en la Comisión de Deportes por 40.000 simpatizantes del Club de Boedo frente a la Legislatura Porteña. Quizás éste sea el tiempo en el que las voluntades y las convicciones políticas se aúnen para hacer posible que, como dice Eduardo Bejuk, “en avenida La Plata, bajo el sol de una tarde cualquiera, un pibe se ponga en la fila para entrar a la cancha, mientras el viejo le acaricie la cabeza”.