"El estallido en la Vieja Europa" por Sacha Pujó GLOBO Nº11, septiembre 2011

El Estallido en la Vieja Europa

“La era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte,
Se aguarda un colapso, y el trigo apenas crece,
Los motores se detienen, pero no tengo miedo,
Porque Londres se esta incendiando y yo, yo vivo junto al río”

The Clash  -“London Calling”

Por Sacha Pujó
sachapujo@elpancholacoca.com.ar

En el mundo actual nos encontramos muy lejos de aquella época de apología generalizada del capitalismo donde, tras la disolución de la URSS y los estados de bienestar de las socialdemocracias, se aseguraba el triunfo eterno del sistema y el fin de la historia. La globalización del capital y el achicamiento de los estados, con la consecuente incapacidad de regulación sobre los mercados se presentaban como la mejor manera de asignar y distribuir el producto social. Sin embargo, la actual crisis mundial que emerge en 2008 pone en cuestión estas ideologías y creencias. La situación crítica de las economías europeas y estadounidense lo demuestran.
Todos los días las noticias informan acerca de la caída de las bolsas, de las huelgas y despidos, de los “planes de austeridad” y de los temores frente a las quiebras y la incapacidad de pago de la deuda de países como Grecia, España o Italia. Al respecto la Canciller Alemana Angela Merkel, ante el riesgo de la bancarrota griega y  lo que pueda producir en la Eurozona y el Euro como moneda, advirtió: “lo que menos necesitamos ahora es intranquilidad en los mercados financieros. La inseguridad ya es suficientemente grande” (Página 12, (14/09/11). Es decir que hay que satisfacer a los mercados financieros y aplicar las recetas del FMI y el Banco Central Europeo.
En este panorama la solución que encuentran los gobiernos es destruir el empleo y los derechos sociales: Inglaterra plantea despedir a 400 mil empleados públicos que van a sumarse al casi millón de jóvenes desempleados; Grecia pretende seguir con la limpieza y va a despedir a 20 mil empleados de empresas públicas; en Italia el pasado 6 de septiembre se realizó una huelga general contra el plan de ajuste y flexibilización laboral y se esbozan mas medidas de ese carácter si el gobierno no da marcha atrás; en España continúan las movilizaciones y demás formas de protestas del movimiento de Indignados que nació en mayo y actualmente lanzó una plataforma de propuestas que esta siendo analizada por los distintos actores[1].

La expresión del malestar social

Se ha generado un malestar social que en ocasiones irrumpe violentamente, como los disturbios acompañados de saqueos, incendios y destrucción en general, ocurridos recientemente en Londres, que recuerdan a la quema de autos en Francia de 2005 llevada adelante por los hijos de inmigrantes  que no tienen acceso al mercado de trabajo. Esa clase de manifestaciones pareciera ser una descarga espontánea y sin rumbo del descontento y el malestar, ya que no se plantean una organización política con objetivos concretos. Por otro lado están las protestas de jóvenes universitarios desocupados, trabajadores y sectores calificados que han perdido su empleo, a través de movilizaciones y huelgas generales contra las “políticas de austeridad” que avanzan brutalmente sobre lo que queda de los estados de bienestar.  
La globalización, como tendencia del capital a mundializarse, ha exacerbado sus efectos negativos sobre la población mundial: “las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el planeta con un objetivo: minimizar los costos de producción y abaratar los salarios”[2]. Ante la amenaza de trasladar los centros fabriles, los trabajadores se ven obligados a rebajar sus salarios y las condiciones de trabajo. Incluso la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado informes que demuestran la existencia de explotación laboral cercana a la esclavitud en los países de la Unión Europea, donde se aprovecha el fenómeno de la inmigración ilegal para abaratar la fuerza de trabajo.
La posibilidad de establecer una fuerte resistencia social parece, en la actualidad de Europa, una quimera. La complejidad que adquieren las sociedades producto de las transformaciones en el mundo del trabajo y en las tecnologías de dominación, hacen  difícil pensar que se establezcan resistencias unificadas. El de hoy no es mundo de una clase trabajadora homogénea con poca desocupación, y dividido en dos clases donde los intereses estén a la vista, sino que existe una fragmentación laboral entre trabajadores resultado de una estrategia tanto política (evitar el establecimiento de lazos), como económica (extraer mas ganancias) del capital.
Con este contexto, una resistencia efectiva pasaría por tejer una alianza entre trabajadores, desocupados y los sectores más marginalizados puesto que el neoliberalismo, como estrategia de dominación, se asienta en aprovechar las divisiones raciales, étnicas, de clase, de género, nacionales y simbólicas. En el desenlace de estallidos sociales como  el de Paris o Londres,  se observa claramente como juega esa estrategia de fragmentación ya  que los sectores mas excluidos son estigmatizados y despreciados por el conjunto de la sociedad. El fracaso de esos levantamientos esta en no poder lograr lazos en base a objetivos comunes.
Las movilizaciones que tienen consignas concretas, al estilo de los indignados, apuntan contra los políticos y las elites financieras. En este sentido para el próximo 15 de octubre se esta llamando a tomar las calles en una jornada global organizada por “United for Global Change”  en demanda de una “verdadera democracia”. El resultado que tengan en el tiempo estas movilizaciones motorizadas por las redes sociales virtuales, dependerán de que consigan entablarse lazos entre los distintos grupos y sectores a través de objetivos en común.

El Incendio de Londres

“Una población negra y pobre, de segundas y terceras generaciones de inmigrantes que viven en la pobreza en una de las ciudades más ricas del mundo. Una población acostumbrada a ser tratada como criminales por la policía, por el sitio donde viven, por su aspecto y por el color de su piel. Una comunidad que no se creía la versión de la policía a propósito del asesinato de uno de los suyos y que se demostraría falsa a posteriori”[3].

En los motines en Londres, motivados por el asesinato de un joven a manos de la policía, se ha construido un discurso de sentido común propagado por  los medios de comunicación, con  la etiqueta de Chavs[4], que asocia a las clases populares con comportamientos antisociales, ignorancia, salvajismo y alcoholismo. El Primer Ministro inglés David Cameron afirmó que los motines eran producto de “un lento derrumbe moral”, con lo cual se deja ver que la pobreza y las consecuencias que generan, en este discurso son un problema individual de comportamiento y no un problema socioeconómico. De esta manera se legitima la destrucción de los planes sociales del estado.
El discurso hegemónico calificó a los acontecimientos como actos delictivos negándole el contenido social y el carácter de protesta. Quizá el fenómeno del saqueo sin discriminación de ningún tipo, “una explosión de consumismo sin contenido”, ayudó a que se desvíe la atención del problema político y social, sin embargo “la falta de ética del saqueo es una expresión radical y poco “educada” de la falta de ética  del consumismo exacerbado y de la competitividad que predomina en la sociedad capitalista”[5].
En el articulo citado de Owen Jones es interesante ver el análisis que hace sobre como se construyó, a partir la instalación del neoliberalismo con Margaret Thatcher, un consenso en torno a los valores individualistas, y un cambio de mirada fuertemente estigmatizadora de las clases populares. La prensa británica ha llegado a definir a los individuos que participaron de los motines, en su mayoría hijos de inmigrantes de los barrios de vivienda pública,  como “inmigrantes que viven en el lujo” o “una jauría de huérfanos salvajes que atormentan a los barrios desheredados”. Esto ayuda a producir sentimientos de resentimiento y la guerra de pobres contra pobres que hace que las condiciones de posibilidad para que las sublevaciones adquieran un carácter político unificante, se tornen sumamente difíciles. Justamente, como ya planteamos, la posibilidad de que estos levantamientos esporádicos tengan algún efecto positivo en términos políticos, sociales y culturales,  esta determinada por establecer lazos y objetivos en común con otros sectores  afectados de la sociedad.



[1] Fuentes: “Recorte de 400.000 puestos de trabajo en el sector público. ¿Y qué?” en  http://www.rebelion.org (11/9); “Italia, paralizada por una huelga contra el ajuste de Berlusconi”  http://www.ieco.clarin.com  (7/9); “Contra el default, despidos” http://www.pagina12.com.ar (14/9); “La viabilidad de las propuestas 'indignadas' sobre el paro, los contratos, las ETT y los despidos” http://www.lavanguardia.com (13/09)
[2] Ignacio Ramonet: “Esclavos en Europa” Le Monde Diplomatique, agosto de 2001.
[3] Ibán Diaz Parra y Millie Wild: “Guerra contra los pobres” en Viento Sur, Num. 118, septiembre 2011 http://www.rebelion.org
[4] Owen  Jones: “El orden británico contra la escoria”, Le Monde Diplomatique, septiembre 2011. El termino chav se define como “persona joven de extracción popular que se viste con jogging”. En esa palabra se condensa una mirada objetivadora mezcla de racismo y clasismo, tal como juegan otros múltiples términos en el mundo, en Argentina se podría pensar en el de “cabecita negra” o “piquetero” por citar algunos, con la diferencia (esencial) de que en estos casos existió una reapropiación positiva de los términos para generar identidad y sentar diferencias.
[5] Op. Cit.