“NO JUSTIFICO LA TORTURA PERO
ME LA EXPLICO”
Por Gerónimo López
A 28 años del retorno de la
democracia a nuestro país, Casilda -una localidad agrícola-ganadera de 45.000
habitantes ubicada al sur de la provincia de Santa Fe- “conserva” la figura de
un cura denunciado por delitos de lesa humanidad.
Su nombre es Eugenio Segundo Zitelli, quien se desempeñó como capellán de la
jefatura de Rosario, lugar donde funcionó un centro clandestino de detención
durante la última dictadura militar.
En el marco de la causa Díaz
Bessone (ex Feced) se investiga al capellán por la presunta comisión de los
delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, tormentos agravados y
asociación ilícita calificada, junto a sus superiores, los generales Ramón
Genaro Díaz Bessone y Leopoldo Fortunato Galtieri, y el jefe de policía
rosarina, Agustín Feced. La denuncia fue presentada por el grupo casildense
Unidos Por la Memoria
y ANte el Olvido (UMANO), Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones
Políticas, Liga Argentina por los Derechos Humanos y APDH de Rosario.
Entre las pruebas aportadas, se
hallan fuertes dichos de víctimas y testigos, y
declaraciones vertidas por el mismo Zitelli en un programa local llamado
“Contraluces” emitido en el año 1995, en el cual hace mención a los represores
como sus “pares y compañeros”, y se refiere a los detenidos políticos como
“presos especiales”, además de expresar abiertamente que “no justifica la
tortura pero se la explica”, arguyéndola como un método para la obtención de
información. En este contexto, más de una decena de testimonios implican al
párroco y uno de los que más lo compromete asegura que Zitelli le dijo que
“usar la picana está bien porque estamos en guerra y es un método para obtener
información política”.
Los derechos humanos y el compromiso político
A raíz de la acusación
presentada, el Concejo Deliberante de Casilda sancionó, de manera unánime, un
proyecto de declaración para pedir a la Justicia que investigue el accionar de Zitelli
durante la última dictadura. Sin embargo, a la denuncia de los organismos de
derechos humanos la apoyaron con sus firmas cinco de los siete ediles que
forman el cuerpo, ya que los concejales oficialistas del peronismo federal
prefirieron no hacerlo.
Por su parte, el Concejo Municipal
de Rosario votó por unanimidad una declaración política de apoyo y
acompañamiento a la denuncia presentada.
La participación de la iglesia en la dictadura militar
Jurídicamente, este caso tiene
similares características con el caso del capellán Von Wernich, que fue uno de
los portavoces de la iglesia, presente en las
torturas y que “consolaba” a los detenidos desaparecidos. Éste fue sentenciado
por un Tribunal de La Plata,
que consideró que “la sola presencia en los centros clandestinos de
detención es una tortura en sí misma”.
El periodista Horacio Verbitsky
publicó recientemente “La mano izquierda de Dios”, el cuarto título de
“Historia política de la
Iglesia Católica”, que trata acerca de la incidencia de la
iglesia católica en la última dictadura militar, señalando la complicidad y la
participación activa que tuvo en ese momento el clero castrense en el
terrorismo de Estado. En dicho trabajo, el periodista realiza un examen sobre
el accionar de Iglesia Católica, y en particular sobre el ex capellán Zitelli
en la provincia de Santa Fe. Cabe destacar que, en el mes de febrero, Verbitsky
presentó el nombrado libro en la ciudad de Casilda y sorprendió la concurrencia
y participación a teatro lleno de parte de una sociedad que se define por su
idiosincrasia conservadora y por no “involucrarse demasiado” en determinadas
cuestiones que puedan modificar el status quo existente.
El silencio y la impunidad
Hace unos años Zitelli fue
nombrado monseñor y continúa cumpliendo funciones en la iglesia San Pedro Apóstol
de la ciudad.
Sus últimas apariciones públicas
fueron en el acto del bicentenario argentino, subido al palco principal con las
autoridades políticas locales y paradójicamente también participando de la misa
ofrecida por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, quien tuvo a los
Derechos Humanos como política de Estado iniciada con la derogación de las
leyes de punto final y obediencia debida y los juicios a los represores, y se
comprometió activamente en la lucha y defensa de los mismos.
Pese al silencio y la
“complicidad” de la mayoría de la clase política y de los habitantes, los
casildenses sensatos, deseosos de justicia y de no ser partícipes de este
escenario, pretenden el pronto juicio y castigo a este personaje oscuro que
sigue en la cotidianeidad deambulando por las calles de la ciudad, oficiando
misas y actos democráticos, y encarnando la impunidad en todas sus
dimensiones.-