Ayer nomás

A 43 años de su muerte:
Historia y política en John William Cooke

Por Juan Pedro Denaday

“Paradojalmente, Cooke, quizá como tributo a la acción política que siempre lo desbordó, no produjo textos teóricos tradicionales, y sus compactas reflexiones mayormente se materializaron como informes o correspondencia, formatos heterodoxos al ensayo académico tradicional.
Sin embargo, en sus breves Informe a las Bases, Apuntes para la militancia, La lucha por la liberación nacional, Perspectivas de una economía nacional y, muy particularmente, Peronismo y Revolución, hay más teoría política, original y refinada, que en los kilométricos ensayos de autores que, en su momento, merecieron (incluso con justicia) gran reconocimiento intelectual.
Pagando el precio de ser quién fue, enfermó gravemente joven, donó parte de sus órganos a los estudiantes de medicina, decidió cremar el resto de sus restos, apartó a los curas (“incluso a los amigos”) antes de la partida inminente y, en el fin del otoño de 1968, susurrando discreto, murió: Veáse la lista de los funcionarios del gobierno, repúblicos deteriorados por la polilla, una lista de los figurones políticos de los años 30 o sus hijos, que no han abandonado su conservadurismo reaccionario. Todos se parecen a ese personaje de una obra de Colette, que tenía 74 años pero representaba más”. ¿Murió?”

Artemio López

La trayectoria del “bebe” resulta especialmente ejemplar en su conducta, y puede ser retomada como experiencia ética por la nueva juventud militante. El gordo no participó del segundo gobierno peronista –en el primero había ejercido un papel central en la Cámara de Diputados- simplemente porque no quiso, no porque no fue convocado. Su disgusto no era con las bases del régimen peronista, al que defendía enérgicamente desde las páginas de su original emprendimiento hemerográfico De Frente. Su revista, que se publicó entre el 25 de diciembre de 1953 y el 9 de enero de 1956 con frecuencia semanal, mantenía no sólo posiciones autónomas sino inclusive explícitamente críticas del gobierno, y como naturalmente era leída por el General Perón, a quien le llegaba un ejemplar a su residencia. La revista fue clausurada luego del golpe, cuando los “libertadores” le hicieron a su Director un simulacro de fusilamiento y lo enviaron a la cárcel. El aislamiento del ejercicio público de Cooke estaba vinculado a su caracterización negativa sobre lo que evaluaba como una creciente burocratización del aparato estatal y la dirigencia política, que observaba con especial preocupación. Desde luego, eso no resultó contradictorio con que los bombardeos del 16 de junio de 1955 lo encontraran pistola en mano, combatiendo junto a su amigo César Marcos, sin orden alguna al respecto. Luego si vinieron las convocatorias. Perón, conductor estratégico que conocía las características del “bebe”, luego de ofrecerle un Ministerio que rechaza, lo designa interventor del Partido Peronista en la Capital Federal. Era el momento de movilizar al peronismo para ganarle la calle a la Iglesia y los gorilas. La cosa estaba complicada. Por eso justamente era el momento para que los burócratas acostumbrados a las componendas y los enjuagues del poder retrocedieran y pasaran al frente los militantes y los dirigentes que como Cooke consideraban al peronismo un movimiento de liberación, no un instrumento de ascenso personal.

Lo que sigue es conocido. Cooke estará preso, será hombre de la Resistencia Peronista, delegado personal de Perón, se escapará de la prisión para intentar darle cierta organicidad a los comandos, hará el acuerdo con Frondizi, a renglón seguido lo combatirá participando de la insurrección urbana del Frigorífico Lisandro de la Torre desatada por el Plan de Estabilización, impulsará la guerrilla de los Uturuncos, y al ser desplazado de su puesto oficial fue a combatir a Playa Girón en defensa de la Cuba revolucionaria. Mientras tanto, mantuvo el largo intercambio epistolar con Juan Perón, donde pueden rastrearse la riqueza de dos pensamientos agudos, con sus zonas de confluencia y divergencia. Finalmente, luego del enfriamiento de la relación con el General, alentó el desarrollo de los grupos revolucionarios dentro del peronismo, con poca llegada política pero con una interesante y precursora elaboración teórico-política, para fallecer consumido por un cáncer el 19 de septiembre de 1968, sintomáticamente el mismo día que se descubría el foco de Taco Ralo organizado por las FAP. Más allá de su biografía, rica y variada, aquí queremos ir a lo conceptual, destacando uno de los ejes que atraviesa transversalmente su interesante obra escrita –que hay que agradecerle a Alicia Eguren, quien lo incentivaba a sentarse frente a la máquina-. A continuación, destacaremos la importancia que Cooke le otorgaba a la historia para la formulación de un planteo político. De aquí su adhesión al revisionismo histórico, que le permitía desarrollar una inteligibilidad de la historia nacional, para desde allí desprender una interpretación de los conflictos contemporáneos.

Historia y problema nacional

“La cabeza del Chacho asesinado simboliza a la clase dominante argentina mucho mejor que los mármoles con que ella se ha idealizado”

José Pablo Feinmann en su artículo “Cooke: peronismo e historia”, publicado en la revista Envido Nº 8 de marzo de 1973, defendía la perspectiva de interpretar el pasado desde el presente. El presente –decía- para nosotros y para Cooke, tiene nombre: se llama peronismo, “Y lo es en tanto se trata del movimiento político que ha abierto para las últimas generaciones argentinas un proceso histórico de orientación nacional y antiimperialista desde el cual el pasado cobra una mayor claridad”. Retomando este planteo nosotros podemos decir que para nosotros el presente también tiene nombre y además de ser peronismo es kirchnerismo. No es casualidad que los sectores reaccionarios le cuestionen al kirchnerismo su tendencia a “revolver el pasado”. Justamente porque sólo de ese “revolver” puede surgir una política de liberación en el presente. La historia no es una repetición cíclica de una esencia ni es portadora de predestinaciones teleológicas, pero tampoco cada hecho es comprensible por sí mismo, aislado. Desde esa lógica, defendida por cierta erudición empirista académica, la historia sería completamente ininteligible, deviniendo en algo así como una sumatoria caótica de hechos incomunicados. Quienes desde esta perspectiva cuestionan ciertas falencias innegables del revisionismo histórico y lo descartan de plano, no pueden sin embargo darle solución a este escollo. O recaen en los supuestos ya indefendibles de una pretendida “historia objetiva” o en los rigores de un método empírico que anula las inteligibilidades conceptuales de largo aliento.

En este sentido, develar la historia nacional de la estructuración de un capitalismo dependiente sigue siendo un aporte insoslayable para interpretar de dónde venimos y proyectar hacia donde vamos. La dictadura, el neoliberalismo, las nuevas realidades de la economía mundial, la caída del mundo bipolar, son todas novedades de nuestra época, que definen las coordenadas de una nueva realidad histórica, con sus insoslayables peculiaridades y especificidades. Sin embargo, hay elementos estructurales e hilos de continuidad que Cooke, en este caso, nos puede ayudar a interpretar. El gordo le daba tanta importancia al problema histórico, que en sus Apuntes para la militancia de diciembre de 1964 realiza toda una introducción de la historia nacional a los fines de clarificar el sentido del peronismo y de la necesidad de conformar un frente de liberación nacional.

Para Cooke la historia de la dependencia argentina se consolidó a partir de la batalla de Caseros de 1952 cuando cayó Rosas, que había sido la manifestación de un equilibrio precario entre las fuerzas sociales del puerto de Buenos Aires, y el gauchaje y la industrial artesanal del Interior. A partir de allí, en vez de desarrollar un proceso de industrialización autónoma, la Argentina se integró en forma dependiente al mercado mundial. En línea con Hernández Arregui indicaba que el imperialismo no es sólo un hecho económico-social, sino además cultural e ideológico. “Zona marginal del centro capitalista inglés, también debíamos ser dependencia ideológica y política. Es que el imperialismo es tanto un hecho técnico-económico como cultural. El lugar de operaciones aisladas de intercambio, establece una relación permanente que no se agota en cada transacción, los capitales colocados en la semicolonia deben rendir frutos durante muchos años. Es preciso entonces evitar toda inseguridad en los reintegros y pagos de intereses. Debe procurarse que crezca la economía agraria para que sus productos fluyan a la metrópoli, y que no surjan industrias que desequilibren la “división internacional del trabajo”.

Este aspecto clave de la dependencia nacional es lo que explica la emergencia de movimientos nacional-populares policlasistas, imprimiéndole desde sus orígenes a nuestras luchas emancipatorias un carácter tanto nacional como social. De esta manera, al mismo tiempo que distintos sectores sociales lucharon por sus propios intereses en cuanto clase, estuvieron constreñidos a tejer alianzas para conformar sucesivos Frentes Nacionales facilitando la viabilidad política de los proyectos alternativos al encarnado por la oligarquía liberal, aliada natural del imperialismo extranjero. Este fenómeno puede rastrearse desde la Revolución de Mayo y la gesta sanmartiniana, pasando por las montoneras, el rosismo, el yrigoyenismo y el peronismo, hasta llegar a la emergencia del kirchnerismo. Quienes pretenden forzosamente transferir el binomio burguesía-proletariado de los países centrales desarrollados a la realidad de la América Latina semi-colonial, no comprenden que aquí la clase trabajadora es débil para desarrollar una política excluyentemente clasista, y que existen sectores de la burguesía nacional que tienen intereses nacionales de oposición al imperialismo. Mientras la burguesía comercial portuaria, sus aliados terratenientes y los grandes monopolios transnacionales son las clases dominantes realmente existentes -la oligarquía liberal- que se oponen a toda política nacional independiente, la clase obrera, sectores de la burguesía industrial y de las clases medias, en ocasiones facciones del Ejército y de la Iglesia están en condiciones de conformar un Frente Nacional de Liberación. Ese Frente tiene conflictos internos por los intereses sociales divergentes, pero tiene objetivos comunes de desarrollo nacional. En ese marco es que la clase trabajadora se fortalecerá objetiva y subjetivamente profundizando el proceso de liberación nacional en el sentido de la justicia social.

Justamente para Cooke esta dinámica es la que permite interpretar la naturaleza y el carácter plenamente lógico y racional del desarrollo del movimiento político-social peronista, contra aquellas zonceras que remiten sistemáticamente a supuestas “indefiniciones” e “incomprensiones”. El peronismo vino a resolver la cuestión nacional al mismo tiempo que ha expresar los intereses específicos de la clase trabajadora. Al romper con la estructura económico-social y el régimen político liberal de la Constitución de 1853, las clases dominantes le iniciaron una beligerancia irreconciliable que tuvo su inicio institucionalizado con el golpe del 55 y que culminaría con el genocidio de la última dictadura militar. De eso nos estamos recuperando. Para seguir saliendo de la larga noche neoliberal, levantar viejas banderas de lucha y construir nuevos sueños, Cooke, como tantos otros, nos siguen iluminando con su perseverante brillo.



 Sarmiento y la construcción del "ser argentino"

Por Mara Espasande

En la formación del pueblo argentino y la construcción de la mirada sobre sí mismo ha tenido un lugar privilegiado la escuela. ¿Cómo cuestionar aquello que se presenta en el templo del saber?  Desde niños la escuela va moldeando las formas de pensamiento de los alumnos y junto a los temas que se enseñan, se transmite una imagen del mundo, de la realidad y de nuestro país. ¿Qué significa ser argentino? ¿Qué imagen tiene el pueblo argentino sobre sí mismo? La escuela debe ser un espacio para pensar en estos temas.
Pero durante mucho tiempo en vez de enseñarnos a amar nuestra tierra, nos enseñaron a respetar y admirar lo extranjero. El desprecio por lo propio, lo nativo, lo mestizo, de la cultura latinoamericana en su conjunto, se encuentra en el seno del nacimiento de la escuela en Argentina. Esta creencia del pueblo argentino sobre sí mismo es fundamental para justificar el proyecto de dominación semicolonial en nuestro país.
Este modelo nace relacionado a la figura de Sarmiento. Sin duda fue un hombre preocupado por la educación de nuestro territorio. Estudió y escribió sobre este tema y una vez siendo presidente llevó adelante una importante obra de creación de escuelas. Ahora bien, ¿qué escuela construye Sarmiento? No era una escuela para todos. El creía que la población mestiza e indígena eran irrecuperables. En 1847 visita Estados Unidos y queda deslumbrado con el sistema de enseñanza pública. Descubre que la educación es la clave del progreso, pero su profundo odio por el pueblo  hizo que creara una educación desvinculada  de la realidad argentina. Se deslumbró con las escuelas norteamericanas sin descubrir la laboriosidad de nuestros paisanos. Decidió impulsar la inmigración anglosajona convencido que con ella,  vendría el progreso cultural y educativo. Por eso clasificó a los que consideraba "educables" y "no educables".
Para Sarmiento el gran objetivo era "civilizar", lograr que los americanos se parezcan cada vez más a los europeos o norteamericanos, que piensen como ellos, qué actúen como ellos. Para esto, la escuela debía enseñar la geografía y la historia europea.
Arturo Jauretche en uno de los primeros argentinos que se anima a discutir y criticar este modelo: “La campana que llamaba a clase era un corte cotidiano entre dos mundos (…) La escuela no continuaba la vida sino que abría un paréntesis diario. (…) Nunca se nos habló de la laguna del Chancho, adonde íbamos a bañarnos y a pescar  (…) La escuela no me había dicho nada, ni de la flora ni de la fauna que me rodeaba. Tampoco de la geografía. Por allá, en las lagunas, nacía el salado de Buenos Aires, y ni mentas de este, cuando ya conocíamos el Yan Tse Kiang y el Danubio”. ¿Cómo un pueblo va a apreciarse si no conoce su propia historia?
Pero nuestros paisanos, ¿eran "vagos y malentretenidos" como creía Sarmiento? Un francés llamado Bialet Masse pocas décadas después  visita nuestro país. El se sorprende del potencial de trabajo y productividad que tenía nuestro pueblo, entonces escribe: "La primera y más grande afirmación que creo poder hacer es que he encontrado en toda la República una ignorancia técnica asombrosa, más en los patrones que en los obreros, por eso  denuncia "el error y la falta de fundamento del menosprecio con que se ha mirado al obrero criollo".
Ya en 1880, en el contexto de la consolidación de la Argentina agroexportadora, se profundizan las políticas e ideas sarmientinas. La llegada de italianos y españoles en su mayoría, pero también de franceses, alemanes, turcos, crean una compleja realidad cultural. Los distintos idiomas y costumbres ponen en peligro la formación de la identidad argentina. Para el grupo gobernante resultó necesario moldear la “nacionalidad argentina”, unificar creencias, vocablos, historias; a la vez que formar ciudadanos obedientes y trabajadores industriosos. En 1884 se sanciona la Ley 1420 que determinará la educación gratuita, laica y obligatoria, naciendo nuestro sistema educativo.
Así, la historia que comienza a enseñarse en las escuelas es la historia de los grandes héroes, de las minorías ricas. Un pasado incompresible, lleno de experiencias individuales. Bajo la protección del dominio británico, Rivadavia y Mitre se convertirán en héroes nacionales. Mientras tanto el Chacho Peñaloza, Felipe Varela y tantos otros americanos que lucharon por la Patria Grande desaparecen de las páginas de los libros de historia.
Esta historia falsificada se impone como verdad que comienza a integrar el sentido común de gran parte de la sociedad. Esto explica la pedagogía de las estatuas, de las calles y los monumentos que van inculcando el sentido de pertenencia a una historia incuestionada donde la calle más larga del mundo lleva el nombre de Rivadavia.
Pesada herencia la del origen de nuestro sistema educativo. Durante el siglo XX surgen concepciones que cuestionan los  postulados originales, sin embargo la tradición sarmientina siguió siendo la dominante. Falta mucho camino para recorrer para que la escuela se convierta en lugar de pensamiento, reflexión donde conocer y aprender a querer a nuestra Patria Grande.