Sarmiento y la
construcción del "ser argentino"
Por Mara Espasande
En la formación del pueblo
argentino y la construcción de la mirada sobre sí mismo ha tenido un lugar
privilegiado la escuela. ¿Cómo
cuestionar aquello que se presenta en el templo
del saber? Desde niños la escuela va
moldeando las formas de pensamiento de los alumnos y junto a los temas que se
enseñan, se transmite una imagen del mundo, de la realidad y de nuestro país.
¿Qué significa ser argentino? ¿Qué imagen tiene el pueblo argentino sobre sí
mismo? La escuela debe ser un espacio para pensar en estos temas.
Pero durante mucho tiempo en vez
de enseñarnos a amar nuestra tierra, nos enseñaron a respetar y admirar lo
extranjero. El desprecio por lo propio, lo nativo, lo mestizo, de la cultura
latinoamericana en su conjunto, se encuentra en el seno del nacimiento de la
escuela en Argentina. Esta creencia del pueblo argentino sobre sí mismo es
fundamental para justificar el proyecto de dominación semicolonial en nuestro
país.
Este modelo nace relacionado a la
figura de Sarmiento. Sin duda fue un hombre preocupado por la educación de
nuestro territorio. Estudió y escribió sobre este tema y una vez siendo
presidente llevó adelante una importante obra de creación de escuelas. Ahora
bien, ¿qué escuela construye Sarmiento? No era una escuela para todos. El creía
que la población mestiza e indígena eran irrecuperables. En 1847 visita Estados
Unidos y queda deslumbrado con el sistema de enseñanza pública. Descubre que la
educación es la clave del progreso, pero su profundo odio por el pueblo hizo que creara una educación
desvinculada de la realidad argentina.
Se deslumbró con las escuelas norteamericanas sin descubrir la laboriosidad de
nuestros paisanos. Decidió impulsar la inmigración anglosajona convencido que
con ella, vendría el progreso cultural y
educativo. Por eso clasificó a los que consideraba "educables" y
"no educables".
Para Sarmiento el gran objetivo era "civilizar", lograr que los
americanos se parezcan cada vez más a los europeos o norteamericanos, que
piensen como ellos, qué actúen como ellos. Para esto, la escuela debía enseñar
la geografía y la historia europea.
Arturo Jauretche en uno de los
primeros argentinos que se anima a discutir y criticar este modelo: “La campana que llamaba a clase era un corte
cotidiano entre dos mundos (…) La escuela no continuaba la vida sino que abría
un paréntesis diario. (…) Nunca se nos habló de la laguna del Chancho, adonde
íbamos a bañarnos y a pescar (…) La
escuela no me había dicho nada, ni de la flora ni de la fauna que me rodeaba.
Tampoco de la geografía. Por allá, en las lagunas, nacía el salado de Buenos
Aires, y ni mentas de este, cuando ya conocíamos el Yan Tse Kiang y el Danubio”.
¿Cómo un pueblo va a apreciarse si no conoce su propia historia?
Pero nuestros paisanos, ¿eran "vagos y malentretenidos"
como creía Sarmiento? Un francés llamado Bialet Masse
pocas décadas después visita nuestro
país. El se sorprende del potencial de trabajo y productividad que tenía
nuestro pueblo, entonces escribe: "La
primera y más grande afirmación que creo poder hacer es que he encontrado en
toda la República
una ignorancia técnica asombrosa, más en los patrones que en los obreros, por
eso denuncia "el error y la falta de fundamento del
menosprecio con que se ha mirado al obrero criollo".
Ya en 1880, en el contexto de la
consolidación de la
Argentina agroexportadora, se profundizan las políticas e
ideas sarmientinas. La llegada de italianos y españoles en su mayoría, pero
también de franceses, alemanes, turcos, crean una compleja realidad cultural.
Los distintos idiomas y costumbres ponen en peligro la formación de la identidad argentina. Para el grupo
gobernante resultó necesario moldear la “nacionalidad argentina”, unificar
creencias, vocablos, historias; a la vez que formar ciudadanos obedientes y
trabajadores industriosos. En 1884 se sanciona la Ley 1420 que determinará la educación
gratuita, laica y obligatoria, naciendo nuestro sistema educativo.
Así, la historia que comienza a
enseñarse en las escuelas es la historia de los grandes héroes, de las minorías
ricas. Un pasado incompresible, lleno de experiencias individuales. Bajo la
protección del dominio británico, Rivadavia y Mitre se convertirán en héroes
nacionales. Mientras tanto el Chacho Peñaloza, Felipe Varela y tantos otros
americanos que lucharon por la
Patria Grande desaparecen de las páginas de los libros de
historia.
Esta historia falsificada se impone
como verdad que comienza a integrar el sentido común de gran parte de la
sociedad. Esto explica la pedagogía de
las estatuas, de las calles y los monumentos que van inculcando el sentido
de pertenencia a una historia incuestionada donde la calle más larga del mundo
lleva el nombre de Rivadavia.
Pesada herencia la del origen de
nuestro sistema educativo. Durante el siglo XX surgen concepciones que
cuestionan los postulados originales,
sin embargo la tradición sarmientina siguió siendo la dominante. Falta mucho
camino para recorrer para que la escuela se convierta en lugar de pensamiento,
reflexión donde conocer y aprender a querer a nuestra Patria Grande.