El Estallido en la Vieja Europa
“La era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte,
Se aguarda un colapso, y el trigo apenas crece,
Los motores se detienen, pero no tengo miedo,
Porque Londres se esta incendiando y yo, yo vivo junto
al río”
The Clash -“London Calling”
Por Sacha Pujó
sachapujo@elpancholacoca.com.ar
En el mundo actual nos encontramos
muy lejos de aquella época de apología generalizada del capitalismo donde, tras
la disolución de la URSS
y los estados de bienestar de las socialdemocracias, se aseguraba el triunfo
eterno del sistema y el fin de la historia. La globalización del capital y el
achicamiento de los estados, con la consecuente incapacidad de regulación sobre
los mercados se presentaban como la mejor manera de asignar y distribuir el
producto social. Sin embargo, la actual crisis mundial que emerge en 2008 pone
en cuestión estas ideologías y creencias. La situación crítica de las economías
europeas y estadounidense lo demuestran.
Todos los días las noticias informan
acerca de la caída de las bolsas, de las huelgas y despidos, de los “planes de
austeridad” y de los temores frente a las quiebras y la incapacidad de pago de
la deuda de países como Grecia, España o Italia. Al respecto la Canciller Alemana
Angela Merkel, ante el riesgo de la bancarrota griega y lo que pueda producir en la Eurozona y el Euro como
moneda, advirtió: “lo que menos necesitamos ahora es intranquilidad en los
mercados financieros. La inseguridad ya es suficientemente grande” (Página 12,
(14/09/11). Es decir que hay que satisfacer a los mercados financieros y
aplicar las recetas del FMI y el Banco Central Europeo.
En este panorama la solución que
encuentran los gobiernos es destruir el empleo y los derechos sociales:
Inglaterra plantea despedir a 400 mil empleados públicos que van a sumarse al
casi millón de jóvenes desempleados; Grecia pretende seguir con la limpieza y
va a despedir a 20 mil empleados de empresas públicas; en Italia el pasado 6 de
septiembre se realizó una huelga general contra el plan de ajuste y
flexibilización laboral y se esbozan mas medidas de ese carácter si el gobierno
no da marcha atrás; en España continúan las movilizaciones y demás formas de
protestas del movimiento de Indignados que nació en mayo y actualmente lanzó
una plataforma de propuestas que esta siendo analizada por los distintos
actores[1].
La expresión del malestar social
Se ha generado un malestar social
que en ocasiones irrumpe violentamente, como los disturbios acompañados de
saqueos, incendios y destrucción en general, ocurridos recientemente en
Londres, que recuerdan a la quema de autos en Francia de 2005 llevada adelante
por los hijos de inmigrantes que no
tienen acceso al mercado de trabajo. Esa clase de manifestaciones pareciera ser
una descarga espontánea y sin rumbo del descontento y el malestar, ya que no se
plantean una organización política con objetivos concretos. Por otro lado están
las protestas de jóvenes universitarios desocupados, trabajadores y sectores
calificados que han perdido su empleo, a través de movilizaciones y huelgas
generales contra las “políticas de austeridad” que avanzan brutalmente sobre lo
que queda de los estados de bienestar.
La globalización, como tendencia del
capital a mundializarse, ha exacerbado sus efectos negativos sobre la población
mundial: “las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de
producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el
planeta con un objetivo: minimizar los costos de producción y abaratar los
salarios”[2].
Ante la amenaza de trasladar los centros fabriles, los trabajadores se ven
obligados a rebajar sus salarios y las condiciones de trabajo. Incluso la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado informes que
demuestran la existencia de explotación laboral cercana a la esclavitud en los
países de la Unión
Europea, donde se aprovecha el fenómeno de la inmigración
ilegal para abaratar la fuerza de trabajo.
La posibilidad de establecer una
fuerte resistencia social parece, en la actualidad de Europa, una quimera. La
complejidad que adquieren las sociedades producto de las transformaciones en el
mundo del trabajo y en las tecnologías de dominación, hacen difícil pensar que se establezcan
resistencias unificadas. El de hoy no es mundo de una clase trabajadora
homogénea con poca desocupación, y dividido en dos clases donde los intereses
estén a la vista, sino que existe una fragmentación laboral entre trabajadores
resultado de una estrategia tanto política (evitar el establecimiento de
lazos), como económica (extraer mas ganancias) del capital.
Con este contexto, una resistencia
efectiva pasaría por tejer una alianza entre trabajadores, desocupados y los
sectores más marginalizados puesto que el neoliberalismo, como estrategia de
dominación, se asienta en aprovechar las divisiones raciales, étnicas, de
clase, de género, nacionales y simbólicas. En el desenlace de estallidos
sociales como el de Paris o
Londres, se observa claramente como
juega esa estrategia de fragmentación ya
que los sectores mas excluidos son estigmatizados y despreciados por el
conjunto de la sociedad. El fracaso de esos levantamientos esta en no poder
lograr lazos en base a objetivos comunes.
Las movilizaciones que tienen
consignas concretas, al estilo de los indignados, apuntan contra los políticos
y las elites financieras. En este sentido para el próximo 15 de octubre se esta
llamando a tomar las calles en una jornada global organizada por “United for
Global Change” en demanda de una
“verdadera democracia”. El resultado que tengan en el tiempo estas
movilizaciones motorizadas por las redes sociales virtuales, dependerán de que
consigan entablarse lazos entre los distintos grupos y sectores a través de
objetivos en común.
El Incendio de Londres
“Una población negra y pobre, de segundas y terceras
generaciones de inmigrantes que viven en la pobreza en una de las ciudades más
ricas del mundo. Una población acostumbrada a ser tratada como criminales por
la policía, por el sitio donde viven, por su aspecto y por el color de su piel.
Una comunidad que no se creía la versión de la policía a propósito del
asesinato de uno de los suyos y que se demostraría falsa a posteriori”[3].
En los motines en Londres, motivados
por el asesinato de un joven a manos de la policía, se ha construido un
discurso de sentido común propagado por
los medios de comunicación, con
la etiqueta de Chavs[4], que asocia a las
clases populares con comportamientos antisociales, ignorancia, salvajismo y
alcoholismo. El Primer Ministro inglés David Cameron afirmó que los motines eran
producto de “un lento derrumbe moral”, con lo cual se deja ver que la pobreza y
las consecuencias que generan, en este discurso son un problema individual de
comportamiento y no un problema socioeconómico. De esta manera se legitima la
destrucción de los planes sociales del estado.
El discurso hegemónico calificó a
los acontecimientos como actos delictivos negándole el contenido social y el
carácter de protesta. Quizá el fenómeno del saqueo sin discriminación de ningún
tipo, “una explosión de consumismo sin contenido”, ayudó a que se desvíe la
atención del problema político y social, sin embargo “la falta de ética del saqueo
es una expresión radical y poco “educada” de la falta de ética del consumismo exacerbado y de la
competitividad que predomina en la sociedad capitalista”[5].
En el articulo citado de Owen Jones
es interesante ver el análisis que hace sobre como se construyó, a partir la
instalación del neoliberalismo con Margaret Thatcher, un consenso en torno a
los valores individualistas, y un cambio de mirada fuertemente estigmatizadora
de las clases populares. La prensa británica ha llegado a definir a los
individuos que participaron de los motines, en su mayoría hijos de inmigrantes
de los barrios de vivienda pública, como
“inmigrantes que viven en el lujo” o “una jauría de huérfanos salvajes que
atormentan a los barrios desheredados”. Esto ayuda a producir sentimientos de
resentimiento y la guerra de pobres contra pobres que hace que las condiciones
de posibilidad para que las sublevaciones adquieran un carácter político
unificante, se tornen sumamente difíciles. Justamente, como ya planteamos, la
posibilidad de que estos levantamientos esporádicos tengan algún efecto
positivo en términos políticos, sociales y culturales, esta determinada por establecer lazos y
objetivos en común con otros sectores
afectados de la sociedad.
[1] Fuentes: “Recorte de 400.000 puestos de trabajo
en el sector público. ¿Y qué?” en http://www.rebelion.org (11/9); “Italia,
paralizada por una huelga contra el ajuste de Berlusconi” http://www.ieco.clarin.com (7/9); “Contra el default, despidos” http://www.pagina12.com.ar (14/9); “La
viabilidad de las propuestas 'indignadas' sobre el paro, los contratos, las ETT
y los despidos” http://www.lavanguardia.com
(13/09)
[2]
Ignacio Ramonet: “Esclavos en Europa” Le Monde Diplomatique, agosto de 2001.
[3] Ibán Diaz Parra y Millie Wild:
“Guerra contra los pobres” en Viento Sur, Num. 118, septiembre 2011 http://www.rebelion.org
[4] Owen
Jones: “El orden británico contra la escoria”, Le Monde Diplomatique,
septiembre 2011. El termino chav se
define como “persona joven de extracción
popular que se viste con jogging”. En esa palabra se condensa una mirada
objetivadora mezcla de racismo y clasismo, tal como juegan otros múltiples términos
en el mundo, en Argentina se podría pensar en el de “cabecita negra” o
“piquetero” por citar algunos, con la diferencia (esencial) de que en estos
casos existió una reapropiación positiva de los términos para generar identidad
y sentar diferencias.
[5] Op. Cit.