"El Poder mediático, el Odio y Hugo Moyano" por Sacha Pujó MEDIOS NÚMERO 5

El Poder Mediático, el Odio 
y Hugo Moyano


Por Sacha Pujó
sachapujo@elpancholacoca.com.ar

Con motivo de la solicitud de la justicia Suiza de causas judiciales que involucren el Secretario General de la CGT Hugo Moyano y su familia, debido a una supuesta vinculación con la empresa de residuos Covelia, el dirigente convocó a un paro que luego fue suspendido. La solicitud se basa en que los propietarios de la empresa tienen una cuenta en Suiza donde ingresó una importante cantidad de dinero que habría sido usado en fraude inmobiliario. El vínculo está basado en artículos periodísticos que asocian el crecimiento de Covelia con el “poder” que tienen los Moyano. Esto fue utilizado por los enemigos políticos del gobierno para sembrar confusión en la sociedad y romper la alianza entre el gobierno y movimiento obrero.
El Poder Mediático expresó toda su ideología clasista cristalizada en el odio al movimiento obrero organizado. Es indudable que políticamente el paro habría sido funcional a la estrategia de la derecha, pero el hecho sorprendente es la campaña de estigmatización del dirigente obrero. Los escribas de los medios hegemónicos han bajado línea de manera contundente, Joaquín Morales Sola escribió que “la sociedad argentina es rehén de un líder sindical” y que “la Presidenta se encontró el jueves y el viernes con los estropicios de un Frankenstein que ella y su esposo crearon sin reparar en los riesgos” (La Nación, 20/03/11). Clarín expresó en el mismo sentido  que Moyano “toma de rehén a la ciudadanía” (Clarín, 21/03/2011) y que “algo comenzó a romperse entre el gobierno y su principal aliado” (Clarín, 19/03/20119). Otros medios como Crónica también se expresaron en esa línea “Moyano contra todos”.
Partiendo desde un enfoque de Gramsci o desde la estrategia populista, la sociedad argentina está partida en dos bloques políticos-sociales con aspiraciones a la hegemonía que son antagónicos. Por un lado el bloque popular que surge y se consolida a partir del conflicto con las patronales agrarias y mediáticas, tiene en el gobierno y la CGT  a sus principales actores, con la novedad del resurgimiento de la juventud como actor político. La estrategia del poder mediático apunta de manera inteligente a romper esa alianza y generar un estado de ingobernabilidad en un año electoral. Un artículo de Edgardo Mocca esclarece bien la base de sustentación de la relación entre gobierno y CGT: “La alianza entre Estado y CGT no es una simple estrategia electoral. Por el contrario está cimentada en un proceso de cambios en el mundo del trabajo como no se registraba en el país desde hace muchas décadas. Es la alianza que permitió reincorporar al empleo a cinco millones de personas, recuperar las convenciones colectivas de trabajo y el salario mínimo vital y móvil, instaurar la paritaria docente, aumentar sensiblemente sueldos y jubilaciones y crear la asignación universal a la niñez, entre muchas otras novedades de época. Todo eso en un tiempo en el que muchos consideraban que habían desaparecido los actores sociales y la política era una cuestión de individuos aislados sólo unificados en la condición de audiencia de los medios de comunicación” (Página 12, 20/03/2011).
Es claro que los dos bloques expresan proyectos de país diferentes, aun cuando dentro del propio bloque progresivo popular haya intereses contrapuestos, por ejemplo entre el trabajo y el capital. Pero los intereses económicos no se manifiestan naturalmente como tales sino a partir de la construcción política. Por ello la profundización de la distribución de la riqueza implica dar una batalla político-cultural contra el bloque antipopular. Y en esta tarea la unidad del bloque progresivo es fundamental, por esa razón los últimos discursos de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner apuntan en esa dirección. De ahí que la estrategia del poder mediático sea destruir esa unidad.
Un hecho que quizás no es novedoso en la historia política de Argentina es el ataque al movimiento obrero organizado. La estigmatización del dirigente de la CGT, el odio que se le transmite es parte de la tradición de la derecha liberal. Una derecha que se expresa en el “gorilismo” de no aceptar el ascenso social del de abajo, de no aceptar que los trabajadores tienen dignidad y que se pueden organizar y pelear por mejores salarios y derechos. Unas clases medias sumergidas en un odio irracional contra todo lo que venga de abajo y si es morocho más todavía. Es que como bien afirma Hernán Brienza la CGT es el sector más políticamente incorrecto y contracultural para la Argentina blanca europea y bienpensante” (Tiempo Argentino, 20/03/2011). Por supuesto que también hay sindicatos manejados por personajes nefastos como el caso de Momo Venegas o Pedraza que fueron y son cómplices del genocidio neoliberal, pero a éstos el Poder Mediático no los atacó, por el contrario se le dio la voz a los Duhalde o De Narváez para presentar una supuesta maniobra autoritaria del gobierno nacional.
Seguramente hay pocos actores políticos que han quedado “limpios” socialmente hablando, de los años noventa que fueron los de la política como espectáculo y negocios privados consecuente con el brutal individualismo. De Moyano habrán denuncias aun no comprobadas, pero lo que es seguro es que con su organización Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), que fue una central disidente a la CGT oficialista y privatista, en los 90 resistió el embate  de las políticas neoliberales junto a la en esa época clasista CTA. Así es que su política actual de defensa corporativa es bastante coherente. Eso es lo que no acepta el poder mediático, que un dirigente de los trabajadores afirme que los trabajadores no quieren sólo mejores salarios sino también más  poder. Moyano está preparando un acto masivo para el primero de mayo en la 9 de julio donde seguramente resurgirán las editoriales y bajadas de línea del pequeño burgués asustado.

La Batalla Cultural
Estamos en presencia de una coyuntura histórica de batalla cultural, de visiones del mundo, de verdades contrapuestas cristalizadas en prácticas concretas. Esta etapa requiere de una lectura lúcida sobre las relaciones de fuerza y el poder, porque “los medios de comunicación son el arma para atrapar y sofocar la libertad del sujeto, (…) la finalidad del poder mediático es imponer una verdad (que es, siempre, su verdad) como la verdad para todos” (J.P. Feinmann, 2011).
Quien crea que la batalla contra el grupo Clarín es una tontería, realmente no entiende la actual coyuntura. Uno puede observar el diario Clarín bajo el brazo, en el colectivo, en el subte, en los cafés o donde sea como una extensión de las personas, que seguramente en su alienación creen que es un arma simbólica de defensa contra el autoritarismo K. Eso es sentido común, las personas se aferran al pensamiento dominante, a lo “normal” que no es más que una construcción histórica. Las clases populares se han expresado masivamente para destruir ese “orden normal” en las conocidas manifestaciones populares del último tiempo (Bicentenario, acto en River, muerte de Kirchner,  acto en Huracán entre otros). Sin embargo la batalla cultural no está ganada, e implica un largo camino ya que es un hecho político trascendental. Ser presidente de este país ya no es un puesto subordinado o menor.
Cualquier proyecto que se proponga distribuir el producto social y alterar las relaciones de poder dejadas como herencia desde la dictadura en adelante, se ve obligado a dar una batalla cultural. El más claro ejemplo de esto fue la disputa por las retenciones a la renta. De ahí surge la necesidad de una política comunicacional (Ley de medios) para crear condiciones de posibilidad para la distribución.
La estrategia del bloque progresivo de focalizar en Clarín al principal enemigo es positiva en términos de efectividad política, ya que da un enemigo concreto, además de que el grupo Clarín es el máximo dirigente de la derecha local. Pero es acertado  porque es el símbolo de los 90, el neoliberalismo y el poder mediático. Por eso la profundización de la batalla cultural es crucial  para cambiar la visión de las cosas y poder conseguir consenso hegemónico para alterar la distribución del producto social.