"Héroe del whisky" por Pablo Perez ACORDATE NÚMERO 6, Abril 2011

HÉROE DEL WHISKY


"Tiene metido hasta las cejas un triste papel
en un menú muy complicadode tony soirée.
Es lo que puede ofrecer, papeles tristes y sed 
de boca floja (y perdón para su lengua)"

Por Pablo Perez
pabloperez@elpancholacoca.com.ar

3 de abril
Un golpe en la puerta. Del otro lado un soldado espera la orden de pasar. Hace el saludo correspondiente y dice: “la plaza está llena señor presidente”. Le encanta que lo llamen presidente. Esperó años por serlo, se preparó con esmero y esfuerzo para esta tarea. Cursó en el mismo colegio que la mayoría de los presidentes que lo antecedieron en el siglo XX, el Colegio Militar de la Nación, y ostentaba un pos título de la Escuela de las Américas.
Hizo un gesto y el soldado se retiró del despacho. Ahora él es el único habitante del despacho más grande de Balcarce 50. Ya sentado repasa las palabras que dirá a la multitud expectante mientras su dedo índice juega con los hielos dentro de su vaso. Empina el codo y bebe las últimas gotas. Mira el vaso vacío, sonríe y toma la botella para servir otra medida. Doble o nada, le dice a nadie mientras intenta desesperado humectar su seca garganta.
Se pone de pie y se dirige a lo que alguna vez fue un gran ventanal y ahora duerme tapiado. Por una rendija espía la histórica plaza y comprueba que el soldado no mentía, estaba llena de gente, hacía años que no pasaba esto. Hay miles. Hay una multitud enarbolando banderitas patrias y se oye el latir de los bombos. Nunca le gustaron las multitudes con bombos y banderas pero esta vez hará una excepción. “Hoy ellos serán mi pueblo y yo su general”, dice por lo bajo.
Otra vez la puerta. Permiso mi presidente, todo está listo, le informan. Hace un gesto y mientras el soldado se retira putea el apuro que se tiene últimamente para todo. “Soy presidente ahora que no vengan a apurar, que me esperen un segundo más carajo, apenas un vaso más la puta madre. Uno más y salgo”, grita a nadie. Bebe y ríe, con fuerzas. “Lujos de presidente de esta manga de negros que hoy me van a vivar como a Perón!”
Ya en el balcón y frente a miles de argentinos da un golpe al micrófono para asegurar su correcto funcionamiento y da comienzo a la función.
"Hemos recuperado salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las Islas Australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional.
El pueblo quiere saber de qué se trata, las circunstancias hacen que ejerza la Primera Magistratura del país, como Presidente de la Nación, representando a todos ustedes.  Acá están reunidos obreros, empresarios, intelectuales, todos los órdenes de la vida nacional, en unión nacional en procura del bienestar del país y su dignidad. Que sepa el mundo, América, que un pueblo con voluntad decidida como el Pueblo Argentino: Si quieren venir que vengan les presentaremos batalla.
La hidalguía del Pueblo Argentino en esta histórica Plaza de Mayo y en todas las plazas del País, hacen tender la mano al adversario pero que esto no se interprete como debilidad, si es necesario este Pueblo que yo trato de interpretar como Presidente de la Nación va a estar dispuesto a tender la mano en la paz con hidalguía y en la paz con honor pero también dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado de territorio argentino"
4 de abril
La mesa de trabajo del despacho presidencial está inundada de papeles, diarios, mapas y anotaciones. El Clarín está abierto  en la sección de Panorama Político en la nota titulada “El desembarco del consenso”. Apoyando sus manos sobre la mesa e inclinado hacia el diario, el presidente lee con atención y repite en voz alta los extractos que le resultan agradables al oído. “… el régimen de los militares argentinos, que venía vacío de consenso, como ellos mismos lo aceptaban, vivió una semana en la que debió reprimir con dureza inusual los repudios y gozó luego de la adhesión popular por haber reconquistado las tierras irredentas del extremo austral del país. El gobierno que se hallaba huérfano de adhesión había encontrado una razón de ser, con el consiguiente fortalecimiento de la figura del presidente Galtieri”. “Qué lindo que escribe el Solá este, qué bien que se dé cuenta”, piensa en voz alta, muy alta, como si quisiera que lo escucharan fuera de su despacho.
Fotos de la plaza del día anterior pasan entre sus manos. Cálculos de cantidades de personas traídos personalmente por el Jefe de la Policía Federal, más de cien mil afirman los cuentapersonas. Listas de personas que se habían rendido a sus pies el día anterior, listas de enemigos de ayer que hoy se rendían ante su gesta patriótica. “Hemos vencido” piensa, “he vencido” dice. Sabe que su golpe al imperialismo inglés le permitirá seguir teniendo las urnas bien guardadas.
Sirve el tercer vaso en lo que va del día, cierra los ojos y recuerda las voces de ayer. Nunca pensó que esa turba reunida coreara su nombre. Susurra repitiendo los cantos del día anterior y su sonrisa es inmensa. “El que no salta es un inglés” repite intentando recordar el ritmo y que su pie lo marque contra el parquet. “Lo´vamo´a reventar, lo´vamo´a reventar”. No puede dejar de cantarlas bajito. Recuerda una más, pero le quita la sonrisa mientras la repite, algo raro hay en esa canción, pero no sabe qué es. “Patria si, colonia no”. “No me gusta ni mierda esa”, piensa.

16 de junio
El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y la historia grande de los argentinos.
No tenemos sólo el bronce de las antiguas glorias, tenemos nuestros héroes, hombres de carne y hueso del presente, nombres que serán esculpidos por las generaciones venideras.
Los pueblos solidarios de América Latina y todos aquellos capaces de olvidar sus intereses ante el coraje y el sacrificio, también los guardarán en su memoria.
Pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de los Estados Unidos de  Norteamérica, sorprendentemente enemigos de la Argentina y su pueblo.
Combatieron para desplazar de nuestro suelo el último vestigio de coloniaje, combatieron por la misma esencia de nuestra identidad nacional y americana, combatieron por las mismas causas que presidieron el nacimiento glorioso de nuestra patria.
Nuestra Nación ha luchado por su integridad espiritual y material.”
Terminó su discurso y se retiro a su despacho. Esta vez no hubo balcón, ni multitud, ni compañeros de armas, ni la junta, ni la plaza, ni nada. Esta vez fue solo él, el presidente y un camarógrafo para la cadena nacional.
La botella casi vacía de la noche anterior lo atormenta frente a sus ojos. Malvinas está terminado, sabe que su gobierno también. Sirve un vaso. Siente un golpe en la puerta.
……………
El 2 de abril de 1982 nuestro protagonista ordenó improvisadamente la invasión de Malvinas buscando perpetuar el régimen genocida implantado el 24 de marzo de 1976. Fueron los meses más importantes de su vida y terminaron como nunca imaginó. “Si bien una reacción británica me parecía posible, nunca llegamos a verla como una posibilidad. Yo juzgaba escasamente posible una respuesta inglesa, y menos una respuesta tan desproporcionada”, confesó años después. En un reportaje de la revista Gente en conmemoración de la guerra Galtieri declaraba: “No me arrepiento de lo que hice”.
Malvinas dejaba como saldo 649 muertos -más de 400 de los cuales eran colimbas adolescentes-, un gobierno endeble y un país en la calle nuevamente.
Galtieri fue enjuiciado por la justicia civil en los juicios a la juntas y en la justicia militar luego de la derrota en Malvinas. De este último juicio fue hallado culpable y como pena se ordenaba su fusilamiento, que obviamente nunca se hizo efectivo. Fue privilegiado por Menem con el Indulto  aunque debió guardar prisión domiciliaria hasta el día de su muerte en diciembre de 2003 por la reapertura de las causas contra el Ejército en los juzgados nacionales e internacionales.