"Al calor de los de fuego" por Leonardo Durbano CULTURA NÚMERO 4


Al calor de Los de Fuego

“Para Ale y la familia Carrizo con afecto”


Por Leonardo Durbano

  Los hechos a continuación mencionados son reales, aunque para los que no crecieron en un barrio del conurbano y no se conmueven con un tema de Creedence, serán difíciles de creer.
Era un mito en el barrio, de esos que abundan, como el que ganó el prode e hizo cerrar con todos los gastos pagos para los amigos por varias noches un burdel barato de Avellaneda, para al fin  gastarse todo en un par de meses. O aquel otro, que una vez se peleó mano a mano en medio de un campeonato con un equipo de “Papi fútbol” entero, hasta que el público asistente decretó empate. O esa leyenda vagabunda que cuenta de un pibe que era comparado con Diego, pero lo echaron antes de debutar en primera por llegar siempre borracho y robarse las pilchas del vestuario completo.
  Mientras jugábamos esos picados en la esquina a doce goles, que solo se interrumpían cuando algún bondi nos pisaba el ladrillo que oficiaba de palo del arco, sonaba de fondo algún tema de Chuck Berry que salía del garage de Miguel Vázquez, más conocido como Lito. Siempre se corrió el chisme que había sido uno de los fundadores de “Sandro y  los de fuego” y lo comprobamos la noche que lo vimos en el living del programa de Susana recordando esos tiempos con la Diva. Ahí sí, nos despejó todas las dudas y  fue sorprendente, teníamos como vecino a un pionero del rock en Argentina.
  Ya en ese momento, hacía un tiempo que lo que empezó como diversión había tomado otro color. Se hablaba, por lo bajo, de una reunión; pero no se dio, ya el líder había gastado la pólvora en muchos escenarios y no tenía la fuerza física para despertar al mito del rock.
Tuve la estrella de asistir al primer show del regreso que dieron en el club “La Polinesia” de Alsina, donde habían debutado junto con Roberto Sánchez en los sesenta. Sonaron inoxidados por el tiempo, lástima que no estaba el legendario cantante con sus movimientos endiablados, sino hubiera sido histórico. Como cuando Sumo tocó en “Kiel” un boliche de mala muerte de Lanús, en el que entraban doscientos tipos como mucho. Sin embargo, hoy son miles los que presenciaron esa velada, cosas de mandinga tal vez...
  Miguel, Lito era un tipo de barrio, de esos que hoy por desgracia no abundan, pasaba con el eterno Falcon gris desde donde  siempre una mano se agitaba para saludarnos. Otras veces se le veía ir a comprar  dos atados de rubios,  siempre con su sonrisa y su saludo.  Fue uno de los pocos que no le inició demanda o mangueó a Sandro, por eso siguieron amigos. Se juntaban a cenar y cuando tocaba el Sr. de América, lo invitaba y lo hacia levantarse para recibir el aplauso del público.
  Cuentan los que lo vieron en los últimos tiempos que ese otario humo, lo obligó a pasar sus terminales días como su amigo popular pegado a un tubo de oxígeno, y que este viejo zorro se escondía en el patio y entre bocanada de oxígeno le mandaba unas pitadas de Jockey Club. ¡Si eso no es rock, pregúntenle a Pomelo!
  No salió publicado en ningún medio, solo una página en Taringa por un familiar lejano. Las noticias de espectáculos de hoy relatan que algún pelotudo de Gran Hermano se la come o que hay un video nuevo  de una vedetonga de turno tirando la goma, pero para los ídolos populares, esos que crecieron al ritmo de los barrios e hicieron una carrera humilde pero sincera estos medios no guardan lugar o apenas unas pocas líneas. Hoy las estrellas nos las imponen por eso son cada vez mas efímeras y fugaces.
  Yo me mudé de mi casa natal, pero siempre estoy volviendo al barrio (como el Gordo Troilo) no por nostálgico, sino por que el arrabal uno lo lleva adentro. Por más que cambie la casa de mis viejos por las luces del centro, siempre espero que se corte la calle con alguna chata vaquetada, se arme el bailongo y  salir a fumarme un pucho para chamuyar con algún vecino. No dejo de añorar las sillas dadas vueltas con una ronda de mate y algún jilguero enjaulado en un árbol. Ahora la gente no hace eso. Pero acá, en el Sur, todavía se ve a cuenta gotas pero resiste. También conozco a un guapo de Mataderos que me dice que allá todavía pasa, la capital no es toda PRO; por suerte hay mucha gente, todavía, que enseña los dientes a los espejitos de colores del SOHO.
  Espero que esto no sea por la locura de la inseguridad o porque  me quedé prisionero en el tiempo. Déjeme decirle una cosa, hoy la gente utiliza otros medios para comunicarse, facebook y Chat; no es por malicioso que desconfíe de la tecnología, pero para ciertas cosas prefiero el cara a cara, el mate de por medio o compartir una bebida que nos afloje las caretas. Y para mí, los artistas que perduran  empiezan tocando para diez o veinte personas, o hacen teatro en las salas de los barrios. Entonces cuando se da el ascenso, es por el talento, por esfuerzo, y no por imposición de un monopolio que necesita vendernos un prototipo de imagen.
  Me di una vuelta el sábado por el barrio y faltaba algo… No había picado en la esquina. Tampoco se escuchaba una de Elvis del garaje de Lito. Entonces le dije a Juancito: “Será que estos muchachos se juntaron con el Gitano para armar despiole allá arriba”. Sin embargo, todo estos siguen siendo patrañas del Barrio no más…


Los de Fuego: Formado por Enrique Irigoytía,  Lito Vázquez, Héctor Centurión,  Armando Lujan,  y Roberto Sánchez, Sandro. En este grupo, Roberto no era el cantante, sino la guitarra líder, porque según el, era el que menos mal tocaba la guitarra.