"De rabias y perros" por Pablo Perez ACORDATE NÚMERO 7, Mayo 2011

 DE RABIAS Y PERROS

Falcón nació en un palacio, sonriéndole la fortuna,
meciéndose en blanca cuna, de pequeño Napoleón.
Este reconoció patrias y divisiones de la tierra,
fue profesor de la guerra, coronel de la Nación.
(Payada popular. Anónima)

Por Pablo Perez
pabloperez@elpancholacoca.com.ar

Mariano es rojo, buen amigo, compañero y ante todo militante. Es un militante de esos que no dan puntada sin hilo. Además es laburante de la educación, de la historia y las historias. Y como dije antes es militante; hasta en el dolor. Mariano me contó  que su perro Batuque había fallecido. Pero no lo lloraba ya que lo había enviado en misión secreta, me confesó. Envuelto en su sábana le dio sepultura en el parque que queda frente a la escuela de cadetes de la policía federal.
-Para que lo mee todas las noches - me dijo-. Para que se levante y lo mee al hijo de puta de Falcón.
Mientras lo decía lloraba, pero de risa.
…..
Es mayo, mes obrero, tiempo de memoria y resistencia. Mayo es obrero, trabajador, proletario o descamisado, como más le guste a quien lea éstas líneas. Usted elige. Y al Coronel Ramón Falcón le repugnaba este mes.
El Coronel Falcón fue hijo de su época y parte funcional de una idea, de un proyecto de Nación legitimado desde el centro mismo del poder. La elite gobernante de la Argentina del primer centenario necesitaba de hijos como él para consolidarse ante un escenario que ganaba en adversidad y violencia.
Desde Buenos Aires la oligarquía gobernante había depositado su sueño europeizante en una política demográfica sin precedentes: despoblar para poblar. Quitar de esta tierra el germen mestizo y nativo para sembrar en la misma la semilla del continente antiguo, civilizado y moderno. De la Campaña del Desierto a la propaganda migratoria en las principales ciudades europeas. Pero algo salió mal.
Los inmigrantes que llegaron a estas tierras generaron más problemas de los que los financistas de sus vapores y los constructores del Gran Hotel de Inmigrantes estaban dispuestos a soportar. La inmigración traía  nuevas barbaries: el socialismo, el anarquismo y el comunismo.  Esto, claro, ponía en riesgo el parto de esta nueva Nación.
El nuevo escenario precisaba de actores capaces de contener, educar y en caso de ser necesario reprimir al populacho que no entendía de orden y progreso. Se precisaba una mano firme, dura y erguida que proteja la rueda del progreso y anulara a quienes intentaban atascarla poniendo palos en ella. Era necesario encontrar dentro de la elite iluminada a alguien que pusiera las cosas en su lugar y enmendase de una buena vez y para siempre los errores que permitieron que el pueblo pobre se levante contra los que le daban de comer.
El currículum de Falcón no dejaba lugar a dudas. Este militar. graduado con honores en la primera promoción de la escuela de armas nacional, había alcanzando su rango de Coronel durante la Campaña del Desierto. Sirviendo con hidalguía las ordenes de sus superiores, garantizaba obediencia y tenacidad a la hora de poner en su lugar a los revoltosos. Incluso poseía una ventaja más por sobre cualquier otro postulante al cargo de Jefe de la Policía de la Ciudad, al conocer el proceso legislativo. Había ocupado una banca durante dos períodos consecutivos, trabajando codo a codo con los legisladores conservadores.
En el año 1906 el Coronel Falcón asumió la jefatura de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, la  que más tarde se convertiría en la Policía Federal. Su asunción fue celebrada por cada uno de los distintos sectores que integraban la elite gobernante de la Nación, preocupados por los alzamientos radicales.
El estado de sitio imperaba en el territorio porteño y Falcón estaba dispuesto a hacerlo respetar a como de lugar. Ni bien asumió su mandato tuvo que encargarse personalmente de poner fin a la protesta de inquilinos provocada por la suba de los precios de alquiler. En un primer momento se mostró propenso al diálogo, pero luego de comprobar que de ese modo no terminaba con la protesta, decidió dar la orden al cuerpo de bomberos para dispersar en pleno invierno capitalino a la masa rebelde, integrada en su enorme mayoría por mujeres y niños, mediante el disparo de agua helada a presión. No conforme con los resultados del hecho, efectuó desalojos masivos y, amparado en la Ley de Residencia, dio lugar a un proceso de extradiciones de los inmigrantes que atentaban contra el orden y las sanas costumbres de ésta tierra.
Tiempo más tarde, siguiendo obedientemente la orden del presidente Figueroa Alcorta, se presentó en el Congreso de la Nación para clausurar las cesiones ordinarias. En medio de las disputas del oficialismo con los diputados que respondían a Roca, quienes se negaban a sancionar las leyes enviadas desde el ejecutivo no dando el quorum necesario, a Falcón no le tembló el pulso para atentar contra la constitución.
A lo largo de su gestión, el blanco de su intervención y preocupación fue acabar con las huelgas obreras, que se multiplicaban constantemente. Quizás la jornada más recordada sea la del 1 de mayo de 1909, en la que Falcón en persona dio la orden de dispersar, con balas si era necesario, a la masa anarquista  congregada por la FORA en la plaza Lorea, para recordar la masacre de Chicago. Ese día los obreros reunidos junto a mujeres y niños vieron llegar a Falcón en su coche, y al reconocerlo  comenzaron a insultarlo. El Coronel jamás bajó la vista ni expresó sentimiento alguno ante lo que sucedía. Su único gesto fué ordenar el avance de la caballería con los sables en punta.
El resultado de la represión fueron 11 muertos y 105 heridos, hombres, mujeres y niños. Este episodio dio por comenzado lo que más tarde se llamaría la “semana roja”.  La respuesta de la masa obrera no se hizo esperar y la huelga general fue decretada.
No conforme con las consecuencias de su accionar Falcón, el 4 de mayo ordenó a las fuerzas dirigirse ante la morgue judicial y dispersar a los 60000 presentes que esperaban la entrega de los cuerpos sin vida de sus compañeros para acompañarlos hasta el cementerio de la Chacarita. El grito del gentío reclamaba la inminente renuncia del Coronel responsable de la matanza, pero éste   volvió a reprimir sin vacilar y ordenó el secuestro de los féretros para evitar el cortejo.  A la par de estos sucesos, se clausuraban diversos locales de sindicatos anarquistas y socialistas, como así también se incendiaron las imprentas “La Vanguardia” y “La Protesta”, ambas órganos de prensa socialista y anarquista respectivamente.
Ese mismo día, en la Casa Rosada, dirigentes de la Bolsa de Comercio, la Cámara de Cereales, y otras asociaciones patronales, organizaron en presencia del presidente Figueroa Alcorta, un tributo al Coronel Falcón para condecorarlo por su accionar en defensa de la Patria.
No eran los únicos que recordaban al Coronel por su accionar. Un joven anarquista llamado Simón Radowitzky, también pensaba en la actuación de Falcón. Junto a los cadáveres de sus compañeros se había jurado hacer justicia y poner fin  a la vida de quien ordenó el terror y la persecución en las jornadas trágicas de mayo. Su presencia en la masa obrera no había llamado la atención.
Desde la matanza de la plaza Lorea en la semana roja de mayo, la vida del Coronel Falcón estaba amenazada, pero su orgullo nunca le permitió aceptar la custodia que el Presidente había puesto para él. La mañana del 14 de noviembre de 1909 lo encontró volviendo del cementerio de la Recoleta luego de presenciar una ceremonia en honor a un compañero de armas. Todo sucedió muy pronto. Vio a un joven a acercarse hacia su coche.  Sin sospechar de él, siguió conversando con su secretario, hasta que escuchó el grito “¡Viva la Anarquía!”.
Simón Radowitzky había arrojado una bomba casera a los pies del Coronel Falcón, quien moriría desangrado horas más tarde.
Inmediatamente después de su muerte, la figura de Falcón fue utilizada por la oligarquía porteña como símbolo de la lucha por concretar su proyecto nacional elitista y agroexportador y defender a la patria de la enfermedad roja y extranjera. Escuelas, monumentos, calles y dependencias estatales fueron bautizadas con su nombre.
…....
Parece ser que, a finales del pasado abril, se dio por terminada la misión de Batuque. La Escuela de Cadetes de Policía ya no lleva más el nombre del coronel asesino. Dicen que han visto ahora al digno espíritu canino de Batuque haciendo un pis en Diagonal Sur y Perú.