"El campo, la CANPO y la ley de tierras" por Mauricio Amiel POR ACÁ NÚMERO 7, Mayo 2011

El Campo, La CANPO y la Ley de Tierras


Por Mauricio José Amiel
mauricioamiel@elpancholacoca.com.ar

El pasado 20 de abril se inauguró, con la presencia de la Presidenta, otro frente institucional de lucha para configurar una nueva manera de hacer política en el país: la Corriente Agraria Nacional y Popular, la CANPO. El plan ya había sido armado por Néstor un tiempo antes de su repentina muerte física.  Esta corriente, formada por veterinarios, productores, semilleros, ingenieros, abogados y otras personas vinculadas directamente con el sector agropecuario, apuesta a conformar un frente político que luche por un campo diferente al que desean quienes están representados en la Sociedad Rural o la Federación Agraria. La lucha es por:  “Garantizar en primer lugar el derecho a la alimentación de toda la población y, consecuentemente, la seguridad alimentaria tanto en calidad, cantidad, precio y variedad; democratizar el acceso a la Tierra para su utilización productiva y en defensa de la soberanía, manejo, conservación y acceso a los recursos naturales nacionales; presevar el medio ambiente para las generaciones futuras y reivindicar la activa participación del Estado para el logro de estos fines”[1]. Este último punto es fundamental, es el cambio de paradigma que nos ha permitido salir del pantano económico en el que nos dejó el neoliberalismo brutal de las décadas anteriores, el cual abrió la posibilidad de adquirir tierras –un bien no renovable, estratégico para el posicionamiento de las economías nacionales en el mapa económico global - libremente por personas físicas o jurídicas extranjeras, entre ellas representantes del capital financiero internacional, lo que redundaba sin más en la fuga de capitales mediante la explotación de nuestros recursos naturales. Obsérvese que la entera libertad dada a las empresas también fue dada a los sectores productores del agro, lo que derivó en una producción dirigida al más fácil y rápido enriquecimiento (puntualmente se trata de la producción de soja para exportación, que redujo el sector ganadero en 14 millones de hectáreas, generando un aumento del precio de la carne en el mercado interno). Parte de esta activa participación forma  la propuesta de ley que la presidenta anunció el 27 de abril por cadena nacional. La “Ley de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de Tierras Rurales”, más conocida como Ley de Tierras, propone limitar la compra de tierras por parte de extranjeros a 1000 hectáreas y hasta un 20 % del total de las que dispone el país. Para dar cuenta de estas cantidades se creará (el vaticinio se justifica ya que la ley encuentra apoyo en los más diversos actores políticos, incluidos algunos radicales y la Federación Agraria, por ejemplo) también el Registro Nacional de Tierras Rurales. Es para tener en cuenta que la Ley no es retroactiva, por lo que no perjudica a aquellos propietarios que hayan adquirido sus tierras bajo otras disposiciones legales. Cuestión ésta que contenta a varias empresas y particulares extranjeros que poseen increíbles cantidades de Tierra contradiciendo la supuesta “chavización” del gobierno argentino (piénsese nada más en Benneton, que en el sur tiene 900.000 hectáreas nada más que para criar ovejas y esquilarlas; prácticamente no genera trabajo ni deja ganancias en el país, ya que la lana se exporta tal cual la sacan para ser luego lavada y procesada en Europa; aun así tienen el tupé de desalojar comunidades mapuches que han vivido en esas tierras –MAPU, en mapuche-  desde tiempos inmemoriales, razón por la cual les pertenecen). La ley tiene precedentes en varios países, entre los cuales Cristina mencionó Brasil, Estados Unidos, Canadá, Francia e Italia. Podría haber mencionado también a nuestros país hermano Bolivia, que propuso hace unos años una Ley de Tierras que establecía un límite a la propiedad que, si bien tampoco era retroactivo, disponía que aquellas tierras que permanecieran sin ser trabajadas serían rentadas por el gobierno para ser dadas a campesinos que sin duda las aprovecharían. Ésta ley también proponía un régimen de descanso para la Tierra, según la composición de la misma en las diferentes zonas, cosa que afecta directamente a la producción de soja, que, tanto allá como acá se produce de manera ultraviolenta, no sólo contra la Tierra sino contra las personas (muchas veces niños) que trabajan en ella por causa de los químicos que usan para matar todo lo que no sea soja. La idea de un cambio de paradigma en la concepción de la producción agrícola-ganadera que sostiene la CANPO debería apuntar, entre otros objetivos, a este cuidado responsable de la Tierra.
Aunque TN denigre la ley diciendo que el gobierno propone una “nueva ruralidad”, así entre comillas, dando a entender que no será una verdadera nueva ruralidad; aunque algunos sectores, como el forestal, ya hayan comenzado sus contraataques, tenemos que apostar ahora a que se genere verdaderamente este cambio; que, además de controlar la posesión de la Tierra el gobierno, ahora con la ayuda de la CANPO (que resultará indispensable en esta tarea), disponga regímenes de cuidado y diversificación de la producción que favorezcan no sólo el crecimiento de los capitalistas nacionales, sino la seguridad alimentaria de toda la nación. En esta línea vienen también hace un tiempo los créditos que el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca está entregando a los productores ganaderos. (¡Que bien estaría que baje la carne!) La apuesta también es a regular las situaciones laborales de los trabajadores rurales que históricamente han sido vapuleados por sus patrones (aún existiendo el estatuto del peón rural).  Esta lucha está siendo ya encarada por AFIP, pillando a los explotadores por tener a sus empleados en negro, pero también por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y la secretaría de Derechos Humanos, que promueven que se revea la ley de Trabajo Rural a la vista de la lucha contra la trata de personas.




[1] Declaración oficial de CANPO.