"El Congreso Anfictiónico de Panamá y los bloques políticos americanos" por Mauricio Amiel AYER NOMÁS NÚMERO 8, junio 2011

El Congreso Anfictiónico de Panamá y los bloques políticos americanos

Eu vejo o futuro repetir o passado
Eu vejo um museu de grandes novidades
Cazuza

Por Mauricio José Amiel
mauricioamiel@elpancholacoca.com.ar

El nombre del congreso lo toma Bolívar de aquella unión político-religiosa que 12 pueblos griegos de un lado y de otro del istmo de Corinto hicieron hace más de 2500 años para defender la soberanía –y la hegemonía- del templo de Apolo en Delfos, según él mismo dice en la carta de Jamaica: “¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo”. Esto era nada más la expresión de un deseo que se realizaría 11 años más tarde, en 1826. En efecto, ese año, en Panamá, se llevó a cabo el Congreso Anfictiónico, convocado por el libertador venezolano. Invitó a representantes de Gran Colombia (que incluía Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, partes de Costa Rica, de Perú, de Brasil, de Guyana y de Nicaragua.), Perú, Guatemala, México, Bolivia, Chile y el gobierno del Río de la Plata. Estos tres últimos no asistieron: el primero no llegó a tiempo y por sus situaciones internas los otros no enviaron delegados al congreso. Una nación no americana fue invitada por el libertador: Inglaterra, a la que Bolívar consideraba que había que estar aliado para poder crecer. No mucho tiempo después se desilusionaría viendo que sólo buscaban que Estados Unidos liderase a los estados nacientes y algunas relaciones comerciales en su provecho. Los Estados Unidos fueron invitados por Santander, el gobernador de Gran Colombia, pero no llegaron a tiempo. Sus intenciones, sin embargo, ya eran claras: desalentar todo ímpetu de unión de naciones que pudiera perjudicar su propio crecimiento.
La finalidad del congreso era, según el mismo Bolivar: "Cimentar de un modo más sólido y estable las relaciones íntimas que deben existir entre todos y cada uno de ellos (las naciones participantes) y que les sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en sus tratados públicos cuando ocurran dificultades y de Juez Árbitro y Conciliador en sus disputas internacionales." También conformar una alianza militar en caso de tener que enfrentarse con la Santa Alianza, que buscaba la restauración de las monarquías en Europa (y por consiguiente, podría buscar restaurar sus dominios coloniales).
El congreso duró desde el 22 de junio al 15 de julio de 1826. A pesar de la agobiante presencia de insectos que habrá generado una considerable molestia en los plenipotenciarios, y de las diferencias entre éstos, se firmaron algunos acuerdos políticos, económicos y militares que quedaron rubricados en el “Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua”. Un pacto mutuo de defensa y una Asamblea Parlamentaria Supranacional son algunas de las cosas que se lograron sin dificultad. Otras como la delimitación de los territorios o los acuerdos comerciales conllevaron más rispidez. Se declaró también la abolición de la esclavitud en todos los territorios de las naciones participantes y la realización de medidas para que España reconociera las nuevas repúblicas.
Si bien el intento había sido bueno, el resultado dio frutos más bien amargos. Pocos años después, corrido Bolívar del gobierno del Perú, esta gobernación declina su participación en el contrato firmado. Colombia se desmembraría en tres estados y Guatemala en cinco, dejando de lado las intenciones del Congreso. Quien se sintió entonces en un banquete fue Inglaterra, que estrechó relaciones comerciales (carnales, digámoslo) con los estados nacientes, desinteresados como estaban éstos de todo intento de unión de naciones.
Casi doscientos años más tarde vemos renacer el interés de los pueblos y los gobiernos que los representan de formar un bloque político Latinoamericano. Ejemplo de eso es ya el Mercosur, creado bajo el singo del neoliberalismo. Desde 2004 existe también el ALBA, impulsado por Venezuela como contrapartida del ALCA propuesto por el vampiro del norte y al que están integrados Bolivia, Cuba, Honduras, El salvador, La Mancomunidad de Dominica, Honduras, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, además de Venezuela. El otro bloque, de carácter más político que económico, es la UNASUR, que se viene gestando desde 2004 y que firmó su tratado constitutivo en 2008. Participan de ella todos los países de Sudamérica, quienes se plantean como objetivo principal “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados.”
Ahora, como hace doscientos años, la necesidad de unirnos sigue existiendo. Cada país no vive aislado en el continente, y se sabe muy bien cuál es el destino que para ellos tienen pensado sus propias oligarquías y las corporaciones multinacionales que no cesarán en sus ataques a los intentos de democratizar Nuestra América. He aquí la importancia de unirse: no luchamos contra un enemigo débil, sino todo lo contrario: es un imperio bélico, económico y comunicacional que cuenta con sus respectivas filiales y representantes dentro de los países a los que buscan conquistar y al que no le fusta ni sirve para nada que nosotros, los países periféricos, tomemos las riendas de nuestra historia. La lucha se verá sellada cuando el pueblo entero reconozca y valore su soberanía; entonces sí no habrá chances para que algún ente extranjero venga a manejarnos la política y la economía.