"Día de la Pachamama: celebrando la vida en comunidad" por M. Eugenia Asato CULTURA NÚMERO 10, agosto 2011

Día de la Pachamama: Celebrando la vida en comunidad

Maria Eugenia Asato
eugeniaasato@elpancholacoca.com.ar

 Hace un mes me corté el pelo. Tenía el pelo largo y le pedí a una amiga que me hiciera una trenza y que la cortara para ofrecérsela a la Pachamama, la Madre Tierra, con la intención de agradecerle y pedirle a ella por cosas personales y comunitarias.
  Dicen que el corte de pelo muestra la búsqueda de un cambio y así lo creo yo. Un cambio espero, pero no una espera pasiva sino en acción para crecer, evolucionar y superarme en lo personal y en lo colectivo.
  Así que me comuniqué con los organizadores de la Feria de Mataderos en donde festejarían la fiesta de la Pachamama. Ellos accedieron a que me sume a la ofrenda con la trenza y otras cosas que había comprado: quinoa, amaranto, yerba y vino.
  Llegué a la feria con mis ofrendas en la mochila y me acerqué a los organizadores del evento, quienes me presentaron a la oficiante de la ceremonia, perteneciente a los pueblos originarios.
  Me presenté con mucho respeto y le comenté mi intención de sumarme a la ofrenda, a lo cual ella accedió tras consultarlo con otros paisanos. Pensar que el primer contacto que han tenido con un otro ha sido de avasallamiento, como fue con los españoles. O, como es todavía la actitud de muchos hacia estos pueblos, hoy.
  La oficiante de la ceremonia me preguntó de dónde venía y yo le dije de Ramos Mejía pero ella se refería a otra cosa. Me preguntaba por mis raíces. Así que le comenté que mi papá  había nacido en Okinawa, una isla del Sur de Japón, y que del lado materno también tenía ascendencia japonesa. Ella me preguntó por la situación en Japón tras el paso del Tsunami. Yo le dije que Japón es fuerte, que se pudo levantar tras la Segunda Guerra Mundial  y que ahora también podrá hacerlo.
  Después me pidió que la ayude en la preparación de la ofrenda. Fue un honor para mí ayudar, poner las semillas de maíz, quinoa, amaranto, la yerba en las vasijas y cortar la papa andina para luego ponerla en una vasija.
  La preparación de la ceremonia fue bien comunitaria. Se acercaban otros paisanos y le preguntaban a la oficiante que hacía falta. Así, una de ellas fue a comprar caña a uno de los puestos de la feria, otro fue a comprar ruda. Y así se fue armando entre todos la ofrenda comunitaria.
  Llegó el momento de la ceremonia, ya se había cavado un pozo profundo al lado de un árbol cerca del escenario de la feria. Pusimos las ofrendas cerquita del pozo: las semillas, el vino, la ruda, la caña y el pan cocido.
  Luego de prender el fuego con carbón en una vasija, comenzamos a poner cigarrillos alrededor del pozo, señal de que estábamos compartiendo una ronda con la Pacha. Después, la oficiante dijo unas palabras acerca de la importancia del sentido comunitario y pidió por todos y cada uno.
  Inmediatamente, una de las mujeres que organizaba la ceremonia entregó a todos los que estábamos presentes, hojas de coca para ofrecerle a la Pacha al momento de pasar a hacer cada uno su ofrenda.
  Seguido a ello, pasó la misma mujer con una vasija encendida con incienso y nos invitó a que nos sahumeriemos con el humo del incienso. Entendí que era para sacarnos la mala onda, la energía negativa.
  Después, empezamos a pasar de a dos personas para hacerle nuestra ofrenda a la Madre Tierra. Hicimos una fila desordenada y la gente se peleaba por pasar. Uno decía “señora no empuje, no regalan nada”. Otro decía “yo voy a pedir para que no nos peleemos más”, a lo que asentí con la cabeza.
  Mientras la gente pasaba, la oficiante de la ceremonia orientaba a la gente en la ofrenda. Le decía a uno “Ofrecele algo de lo que está en las vasijas y pedile”, le convidaba vino y explicaba que debía echarle un poco de vino a la Pacha y luego tomar él como una forma de convidarle bebida a la Madre Tierra. ¡Qué distinto sería todo si los políticos y los lugares de poder se entendieran como servicio! Deberían hacer como hizo la oficiante: orientaba, ayudaba, estaba al servicio de la gente.
  Llegó mi turno. Eché las hojas de coca en el pozo, le convidé a la Pacha vinito y tomé mi trenza para ofrendársela. La oficiante me invitó a hablar pero realmente no me salían las palabras. Entonces ella habló por mí. Le pidió por mí y por la tierra de mis ancestros (Japón).
  Luego, me fui a comer un locro, a recorrer la hermosa Feria de artesanías, compré unos títeres para mis sobrinos para el Día del Niño y bailé una chacarerita.
  Ya en el bondi, de vuelta hacia mis pagos, sentí una enorme alegría de haber participado y celebrado el Día de la Pachamama. Pero recordaba las discusiones entre la gente en la cola para pasar a hacer la ofrenda y pensaba ¡cuánto tenemos que aprender del sentido comunitario que tienen los pueblos originarios!

  Ahora bien, ¿qué es la Pachamama? Para los aborígenes de los Andes, la Pachamama es la primordial diosa de la vida, la fertilidad de la tierra, la semilla y los frutos, las estaciones, los tejidos, los metales, la cerámica, el chamanismo y la sanación. Pachamama es la deidad creada por excelencia y su culto expresa la vivencia espiritual con lo sagrado femenino, encarnado en la comunidad con un profundo sentido ético, ecológico y de sabiduría.
  Y el primero de Agosto ¿qué se festeja? Es una de las ocho fiestas del calendario andino. Se la venera de una manera especial al interior de su cuerpo. ¡Qué distinto sería todo si entendiéramos que somos uno con la naturaleza, con la Madre Tierra! ¡Cuán  distinto sería el trato hacia ella y por lo tanto hacia nosotros mismos!
  Dentro de la cosmovisión sagrada de Pachamama todas las personas son hijas e hijos de esta Madre común y están hermanadas entre sí. La hermandad, ¡qué tema! ¿no?. Tema que trae sus contradicciones. Creo que es importante pensarnos como hermanos pero no de una manera ingenua. La hermandad no significa aceptar todo sino pensar en el bien común y en lo que da vida.
 El Capitalismo nos individualiza, nos atomiza, haciéndonos competir unos contra otros, generando la explotación del hombre hacia el hombre. Pero el pensarnos como hermanos, como diría mi amiga María Victoria Lanza nos ayudará a construir otra conciencia para construir una Sociedad más comunitaria.
  Esta hermandad hace que todos tengan derecho y acceso a la tierra  y a sus frutos, a sus energías creativas y sanadoras.
  Si bien los pueblos originarios son una cultura distinta a la nuestra, podemos retomar muchos valores de ellos.
  En este sentido, Pachamama no acepta que unos posean la tierra, la explotación del trabajo agrícola y sus frutos, mientras que otros pasan hambre y enfermedad. En nuestra sociedad esto se realizaría con una redistribución equitativa de la riqueza.
  En los pueblos andinos esta cosmovisión fue elevada a la práctica a través de la propiedad colectiva y el trabajo comunitario de la tierra.
Desde la conquista hasta el día de hoy, los originarios han sido despojados de su tierra y por lo tanto de su identidad.
Además el tema de la tierra es una cuestión que hoy en día vemos en las tomas de la tierra en la búsqueda de una vivienda, derecho imprescindible y básico.
En la cosmovisión andina no existe la idea de propiedad privada porque todo el sustento que da la tierra es para todos por igual. No debería haber dueños.
  El culto a esta diosa andina inspiró una visión ética y de justicia social integrada a lo sagrado. La justicia social se logra con una política inclusiva de todos a todos los derechos sociales.
  La diosa tiene también una visión ecológica del cuidado porque en su espiritualidad, las plantas y animales, los ríos y las montañas forman parte de su familia y todas las especies vivientes tienen derecho a su propio hábitat, recursos y ecosistemas  en el cuerpo de la Pachamama.
Está buena esta visión de cuidado y respeto a la ecología que es cuidar y respetar a la Madre Tierra dadora de vida. Y, la necesidad de nuestro propio hábitat para desarrollarnos como personas.
  El ritual del 1ro de Agosto ha sido celebrado durante siglos por aymaras, quichuas, kollas y criollos. Esta fiesta se celebra después del Año Nuevo aborigen del solsticio de invierno (21 de junio) y antes del resurgir de las flores y de las fertilizantes lluvias del equinoccio de Primavera. La celebración marca el retorno de la Pachamama desde las profundidades a donde se ha replegado durante su descanso invernal para mantener la vida desde las raíces. Por eso, el ritual y la ofrenda tienen la intención de despertar de la Pachamama su fertilidad y poder. Este ritual se realiza antes de comenzar a trabajar la tierra y a sembrar. Todas las mujeres y los varones que se conecten con esta sacralidad de la Pachamama pueden celebrarla con sus parejas, familias, grupos o solos en algún lugar en contacto con la tierra (el patio de la casa, en algún parque o fuera de la ciudad) siguiendo los pasos de la ceremonia aborigen. El pozo que se abre simboliza al útero fértil y creador. El volver al útero de la nuestra Madre Tierra es mostrarnos necesitados de comida y de amor, lo cual ella nos proveerá. También se canta y se danza descalzos para captar las energías regeneradoras de la Pachamama. Danzar descalzos es mostrar nuestra desnudez, mostrarnos como somos. Y además, ella nos renueva la energía en lo personal y en lo colectivo.
¡El día de la Pachamama es una celebración! Es celebrar la vida, lo que tenemos, el estar juntos, nuestra conexión con la tierra y nuestros deseos más profundos.