El Ajuste Imperial
Por Sacha Pujó
sachapujo@elpancholacoca.com.ar
Los
Estados Unidos de América han evitado quedar en cesación de pagos tras el
acuerdo en el Congreso entre los Demócratas y los Republicanos. Este acuerdo
permite la elevación del techo de la deuda federal (actualmente de 14,3
billones de dólares, aumentará en 2,4 billones) para que el gobierno de Barack
Obama pueda hacer frente a los compromisos de deuda, y que el tema no vuelva a
discutirse hasta el final de su mandato.
El
nuevo aumento de la deuda, que supera en el monto al PBI de EEUU, se consiguió
mediante un acuerdo que tiene como contrapartida ajustar el gasto público, lo
que implica la reducción presupuestaria en salud, educación y programas
sociales como Medicare. El presidente premiado con un Nobel por su aporte a la
“paz mundial” no consiguió que se ajuste el presupuesto militar, ni tampoco
subirles los impuestos a los ricos, lo que determina que los efectos de la
crisis se descarguen principalmente sobre los trabajadores y los desocupados.
Esto generó la oposición del sector más progresista del Partido Demócrata, si
es que merece semejante denominación. La propuesta de ajustar sobre los
sectores que mas sufren la recesión estuvo impulsado por el Tea Party, el ala
fundamentalista de ultraderecha del Partido Republicano.
Con
estas medidas se espera llevar tranquilidad a los inversores y generar
confianza en el mercado para que se reactive la economía. El problema es que
tranquiliza sólo a las grandes corporaciones y en una economía en recesión,
como indica la historia del sistema capitalista, “enfriar” la demanda es
aumentar la recesión. “Lo peor que se
puede hacer en una coyuntura como ésta es recortar el gasto público, porque
sólo deprimirá la economía aún más - afirma en este sentido Paul Krugman,
economista premio Nobel y asiduo columnista del New York Times - No escuchen a esos que invocan al hada de la
confianza de los mercados, que aseguran que las enérgicas medidas
presupuestarias transmitirán tranquilidad a los inversores y los consumidores y
lograrán que gasten más. Las
cosas no funcionan así: está demostrado por numerosos estudios de los registros
históricos” (La Nación,
3/8/11).
Como
ocurrió con la experiencia argentina y tal como esta ocurriendo en Grecia y
España, los ajustes a la seguridad social y los recortes a los estímulos a la
demanda generan más recesión. El combate a la crisis con más neoliberalismo la está profundizando aun más. La
crisis que estalló en 2008 sigue haciendo sentir sus efectos en el interior
mismo del imperio donde la desocupación ya llega al 9,2% en general y una tasa
juvenil de desocupación del 25%.
En la
nota antes citada Krugman plantea un escenario de catástrofe: “Que nadie se equivoque: lo que estamos
presenciando es una catástrofe en todos los planos”. Parece más un
comentario para generar polémica que uno basado en la situación real. En
efecto, una caída del dólar y la economía imperial haría mundializar la crisis
capitalista. El dólar es la moneda de reserva internacional y la más usada en
las transacciones universales. El capitalismo ha generado un sistema de
interdependencia mundial donde el dólar aparece como el instrumento oficial de
cambio. Como afirma Manuel Freytas, “esto
torna imposible pensar que el dólar desaparezca como moneda patrón sin un
derrumbe generalizado del mundo capitalista en su conjunto” (4/08/2011, http://www.rebelion.org).
Si bien la calificadora de riesgo Standard & Poor's rebajó la
calificación de la deuda yanqui de la
más alta a uno inferior, el riesgo de caer en default es prácticamente
imposible sin un derrumbe global. Mientras EEUU tenga la máquina de imprimir
los billetes verdes, que son la moneda de reserva mundial, la deuda no corre
peligro.
Tanto las potencias emergentes como Brasil, India y Rusia, o China (que
después de la Unión
Europea en bloque es la tercer economía mundial) tienen sus
reservas en dólares, por lo tanto si se desprendieran de la divisa
estadounidense se convertirían en víctimas del colapso del sistema. China, por
ejemplo, tiene el 70% de sus reservas en valores y títulos del Tesoro de EEUU.
Este último es su principal comprador por lo que una caída del imperio y del
dólar arrastraría consigo también a China, y ésta a su vez a los países emergentes
dado que les compra petróleo y materias primas.
La
actual crisis parece ser una típica crisis cíclica del sistema capitalista,
aunque esta tiene semejanzas con la famosa crisis mundial del 29. Sin embargo,
mientras que esta última tuvo como consecuencia el keynesianismo económico y
los Estados de Bienestar para contener la amenaza comunista, la actual con las
medidas que están tomando los gobiernos de los países centrales va en sentido
contrario, esto es, socializar las pérdidas y privatizar las ganancias. En este
contexto el Estado emerge, como decía Karl Marx, como un “comité de negocios de
la burguesía” ya que es el gran salvador de las corporaciones. EEUU tiene la
seguridad de contar con el complejo bélico, industrial y comunicacional más grande
de la historia que le garantiza la expoliación de las riquezas del planeta. No
obstante, esto se le vuelve en contra cuando semejante cantidad de riquezas se
vuelcan a la especulación y todo estalla como en 2008. Si bien el Partido
Demócrata y el Republicano no se distinguen en cuanto a seguir los lineamientos
políticos de las grandes transnacionales y el Pentágono, un triunfo del
ultraderecha Tea Party en 2012 sería de temer por las medidas que podría llegar
a tomar.
El
desarrollo de esta crisis es una incógnita pero lo que es seguro es que EEUU no
vacilará en mantener su condición imperial. Para los países de America Latina
lo mejor es consolidar la unión e ir creando las condiciones para un mundo
multipolar. Algunos pasos se están dando, por ejemplo, en los acuerdos entre
Argentina y Brasil para el uso de monedas locales en sus transacciones. Sin
embargo la dependencia de la entrada de divisas por el comercio de granos puede
hacer que se sienta la recesión dado que seguramente bajarán los precios internacionales.
Eso hace indudable la intervención de los Estados para solidificar los mercados
internos generando industrialización y un comercio solidario entre los países
del bloque.
La
crisis se está descargando sobre los trabajadores, los desocupados y la
juventud que ya está dando muestras de resistencia (movimiento de los
indignados que se expande por Europa) e intentarán también hacer pagar a los
países periféricos. De esta manera el objetivo de la unión de Latinoamérica se
torna una necesidad histórica.