"Volver es recuperarse" por M. Eugenia Asato COLGUÉ! NÚMERO 9, julio 2011

Volver es recuperarse

Por Maria Eugenia Asato
eugeniaasato@elpancholacoca.com.ar

Si bien entrar a un museo me genera cierto rechazo porque creo que es elitista, a su vez creo que es un lugar que debemos apropiarnos. Las imágenes están ahí, esperando ser contempladas, nos quieren decir algo, algo personal.
Fui al museo de Bellas Artes y un cuadro en particular me estaba esperando, al pasar me guiñó el ojo y me quedé para percibir lo que me transmitía. El cuadro se llama La vuelta del malón, cuadro que retoman muchos ensayistas e intelectuales; y que data de 1892.
Los brazos en alto son una muestra de que han ganado, de que los indios aún resisten, a pesar de las caídas sufridas y la denigración.
Ellos corren con sus caballos hacia un lugar común, con un proyecto común. También los acompaña un perro, señal de que la naturaleza está de su lado. Los caballos y la actitud de los indios con los brazos en alto muestran la pasión, la sangre, la fuerza.
Un indio levanta una cruz, símbolo del Catolicismo. Catolicismo que con la dominación religiosa ha avasallado la cultura originaria. El indio ha saqueado un símbolo de dominación. Él quiere recuperar su identidad, su cultura. Ya no más otro que le diga en lo que creer.
Los indios tren en brazos a la Biblia, la cual sirvió como instrumento de dominación. La Biblia le ha quitado la palabra a los indios y sus creencias pero ya no más. Ha llegado la hora de recuperar la palabra y la creencia.
Además de saquear a la Iglesia han saqueado a la casa burguesa. Llevan el maletín del burgués símbolo de los bienes y lugar donde guardan los papeles de la administración del territorio para la dominación y el sometimiento de los indios.
La presa es una mujer con sus pechos desnudos, mostrando su sensualidad. Mujer objeto del triunfo de la venganza del indio sobre el blanco. Otra presa es el caballo blanco. Parecería que el color blanco, símbolo de pureza, le pertenece a los españoles. Pero ¡no! Los indios confirman que no hay color del que se puedan apropiar los españoles.
La escena se da al amanecer pero el indio no le teme a la oscuridad. Un nuevo día está por llegarles. 
Las flechas rojas y las banderas blancas, recuerdan a aquellos barcos (La Niña, La Pinta y la Santamaría), que llegaron a Nuestra América para saquearnos el cuerpo, la mente y el espíritu. Quisieron quitarnos nuestra identidad pero no pudieron. El indio, raíz de la identidad americana, se ha puesto de pie y galopa por estas tierras, señal de que le pertenecen.
¡El indio ha vuelto! Y volver es recuperar y recuperarse. Ha vuelto de una forma inesperada cuando muchos creían que estaban dormidos o muertos. Pero están, existen y luchan por lo que les es propio.
El indio muestra que está vivo y se toma revancha a la emprendida “conquista del desierto” de Roca. El territorio no estaba desierto y aquello vivo que se trató de invisibilizar y negar, ahora muestra que su corazón late al compás del galopeo del caballo libre de ataduras.
Se ha considerado al indio como la barbarie a la cual se la puede matar en contraposición con la civilización que trae el progreso y para lo cual debe eliminarse a la barbarie.
El grupo de música Arbolito invita frecuentemente a Osvaldo Bayer para que recite el relato de “Arbolito, el vindicador” que contiene en su libro “Rebeldía y esperanza” Arbolito (el personaje), cuenta Bayer es un joven ranquel apuesto, alto, de pelo largo y con abundante cabellera. Dicho personaje se parece a un arbolito por su cuerpo delgado y su gran cabellera. Durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, dicho presidente manda a llamar al oficial prusiano Rauch para que se encargue de exterminar a los indios ranqueles en la Pampa ya que eran considerados anarquistas y salvajes, y por lo tanto eran una amenaza. Rauch y sus tropas se apropian de sus tierras y los matan. El relato culmina con el hecho de que Arbolito degüella al coronel Rauch en venganza al genocidio cometido contra los indios ranqueles. El relato me interpela y me hace pensar si acaso la rebeldía no es necesaria para deconstruir lo viejo y construir lo que está por venir.
Así como recordamos a la cabeza degollada de Rauch, también los indios en el cuadro llevan la cabeza degollada del dominador.
En La vuelta del malón veo rebeldía y resistencia. Pero no una rebeldía por sublevarse a la nada sino por subvertir la dominación establecida. Y resistencia del indio al exterminio y al saqueo de sus tierras y su cultura. En una palabra, resisten porque sino mueren.
Volviendo a nuestros días vemos en las declaraciones de Macri una exclusión y una xenofobia hacia personas del interior del país  y de países limítrofes, por las cuales manifiesta que ellos no tienen derecho a la salud brindada por los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires. Así también, personas marginadas del Sur de la ciudad hicieron sentir su presencia en la ocupación del Parque Indoamericano. En ambos casos, como aquellos indios en La vuelta del malón que saquearon la casa burguesa y la Iglesia como signo de rebeldía ante la dominación, hoy los sectores populares van en busca de sus derechos como la salud y la vivienda, contraponiéndose a la exclusión y a la dominación.
La resistencia ante la opresión es necesaria para luchar por nuestra dignidad. Así, los indios resistieron y volvieron, como lo muestra el cuadro, ante la dominación. No se quedaron quietos y se volvieron ante lo que les causaba injusticia. Como ellos, nosotros debemos ponernos de pie ante las injusticias y poner el cuerpo porque volver ante lo que nos oprime es recuperarnos.